Etérea y apasionada como el recuerdo de una lejana melodía. Y sin embargo, estaba allí y era real. Habían pasado treinta y siete años desde que decidiera olvidarme de aquel estúpido mundo mágico. Pero me gustaba tanto soñar, que pese al tiempo, nada parecía haber cambiado. Me sonreía con la mirada batiendo sus alas, y yo, embelesada, supe que jamás podría abandonarla de nuevo.
4-10-2016