Los días de lluvia Berryl cambia el parque por una cafetería desde la que poder seguir vigilando el templo.
Pide un café con leche al entrar y dos veces al mes se permite un dulce. Sin chocolate. A media mañana llama al camarero para que le lleve un zumo de naranja. Una vez por semana se consiente el antojo de un pincho de tortilla.
Antes de las 13:30h pone rumbo a su
casa. Por las calles más concurridas pero evitando Gran Vía. Deteniéndose en
alguna zapatería. Con su bolsa de tela repleta de periódicos.