jueves, 12 de octubre de 2017

Marchito


Aquello tenía que ser alucinante. Ya no era todo lo que se había especulado, ni lo fascinante que todo parecía por los comentarios de los propios protagonistas. Yo misma había colaborado (aunque hubiese sido muy por encima) y no pude por más que ilusionarme desde el minuto cero.

Parecía el regalo jamás esperado y a la vez el más añorado, ese que se entrega con una sonrisa cómplice que eterniza el preciso instante de la felicidad robada. Un envoltorio tan hermoso y tan perfecto que no te sientes capaz de dañar, optando por postergar su rasgadura en un intercambio de pudorosas miradas.

Todo debía ser maravilloso. Y en cambio, allí estábamos nosotros con sonrisas amargas ante sus caras de desagrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario