Queridos jueves, tenedlo muy claro, no os odio, tan sólo os he cogido un poquito de manía. No, no voy a decir eso de "no eres tú, soy yo", porque lo cierto es que son las circunstancias. De verdad, no tenéis de qué preocuparos: hubo un tiempo en que la tenía tomada con los martes, y ahora son los llamadas martes de escritura, y que como dice mi profe, sólo por eso ya pueden ser buenos días. Así que no os preocupéis cuando os grito con todos mis fuerzas deseando acabar con un portazo la jornada.
Vamos a ver, si es que con el día tan primaveral que hacía hoy, hasta los profesores nos han agradecido que estuviéramos en clase en lugar de tirados en el césped charlando. Es que hemos hecho un esfuerzo sobrehumano, ¿quién tiene ánimos a las nueve de la mañana para tragarse tres horitas de teoría documental?... Pues eso, sin comentarios. Pero es que la cosa no termina ahí, que después quedaban cinco horas más de clase. Y se pueden disfrutar sí, por supuesto, el contenido es de lo más interesante (lo digo en serio, esas clases sí que me gustan), pero pasarse tantas horas encerrados en un aula reduce la concentración... y las ganas de vivir. Jamás se me hicieron tan largos los días, que es que ya ni me consuela irme un rato a nadar a la piscina, que es que hoy no he aguantado ni tres cuartos de hora porque estaba hasta las narices de estar en el entorno universitario.
Que sí, lo sé, que me quejo demasiado, que la vida laboral ya me traerá peores condiciones, pero pudiendo tener un horario decente es absurdo esa acumulación de clases en una sola jornada.

En fin, lo veis, jueves, no es vuestra culpa. Además, en realidad sois el trampolín para el viernes... sí, los viernes, hay algunos que son especiales... y en realidad con eso ya se me alegra la noche y olvido que me he pasado más horas en clase que las que he dormido.
Así que supongo que podéis ir contando por ahí que os he cogido manía, pero sólo hasta la semana que viene. Afortunadamente, después sólo me quedarán los viernes felices.