Aquellos ojos
me enseñaron a ver
las horas que se posan
me enseñaron a ver
las horas que se posan
sobre la piel del otoño,
las olas que nacen
mientras chocan.
Aquellos ojos
me enseñaron a ser mirada
sin tener miedo,
acariciarle el dorso
a las rutinas desgastadas
que arrancan mis sueños.
Aquellos ojos
que quiero cerca
egoístamente cada invierno
cuando soy yo quien pongo
las distancias en la espera
y las cenizas en el viento.
Aquellos ojos
que me acunaron
también de día,
que me hablaron
cuando nadie lo hacía.
Aquellos ojos
de los que aprendí a murmurar
y no supe escuchar.
Aquellos ojos
que fueron mi espejo
y he enterrado en el musgo,
que fueron mi reflejo
y he cubierto de humo.
Aquellos
ahora son estos.
Siguen con vida,
una que no conozco,
una que abandoné,
la que creo perdida,
la que añoro
y un día rocé.
Nuevos ojos
que yo no he cuidado
cuando no estaban enfermos.
Nuevos ojos
que sigo mirando
aunque sean otros reflejos.
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