Miércoles 13 de Septiembre. 22:13h. Madrid centro.
He visto Finlandia en el Teatro de la Abadía, he caminado hasta Plaza de España y allí tomado el metro. Me he bajado al llegar a mi barrio. La estación queda cerca de mi edificio.
Subo las escaleras pensando en las ganas que tengo de escribir. En todo lo que quiero escribir. En que llevo más de media hora redactando mentalmente este texto y seguro que se me pierden las sentencias más elocuentes al transcribirlas. Tengo que utilizar la grabadora. Y no solo decir que la voy a utilizar.
Voy aún por el tercero y recuerdo la publicación que lleva desde el veintisiete de Agosto a medias en el blog. Pienso que tengo que elegir entre escribir o dormir. Entre dejarme fluir y quitarme más horas de sueño. Pienso en el cansancio que me está consumiendo. Y en el escaso tiempo libre que tampoco me permito disfrutar.
Abro la puerta y me abofetea la humedad. Tendí la ropa media hora antes de irme. ¡Mierda! Otra vez se me ha olvidado bajar la basura. No me lo reprocho. El cansancio se sube a la espalda. Me lleva acompañando varios días y no tengo intención de hacerle ni un solo arrumaco.
Me siento en el salón frente al ordenador y escribo. Una mosca revolotea en torno a la pantalla. Me como un yogur natural y sigo escribiendo. Esta vez no me quedo con las ganas. Aunque cada vez me esté costando más mirar la pantalla sin que la luz me desgarre la retina. Suena poético pero así lo siento sobre los ojos. No quiero mirar la hora pero en algún momento lo hago. Soy consciente de la tremenda parrafada que me acabo de marcar.
Pienso que voy a apagar el ordenador y a darle una vuelta esta noche a la idea de si quiero publicar el texto o no. Pienso en la mezcla de realidad y ficción. En lo inventado. Lo pensado. Lo sentido. Lo pretendido. Lo ignorado. Lo real. En verdad pienso que lo que debería hacer es dormir y no pensar hoy ya más y que la decisión la tengo muy clara, que si espero a mañana es para revistar las faltas ortográficas (y solo las ortográficas) porque ahora ya la mente no es más que una maraña que no se puede atravesar.
El móvil está a escasos veinte centímetros de mi mano izquierda. Mi pelo anda medio suelto. La mosca se posa sobre el marco de la ventana. Los vecinos escuchan la tele mientras preparan la cena. El camión de la basura se ha parado un poco más abajo de mi calle. Son las 23:37h.