Carla corría por toda la casa revolviendo armarios y
cajones. La chica miraba debajo de las camas desafiando cada vez más a su
paciencia.
-Zapato, bonito, ¿quieres venir conmigo ya de una vez?
Venga, por favor, sal ahora de tu escondite y te prometo que… que me lavaré los
pies todos los días. Vamos, zapatito, hazme una señal, solo una – vociferaba la
joven comprobando que tampoco estaba debajo del sofá.
-Ja, ni ella misma se cree que sus apestosos pies vayan a quedar
un día limpios. Lo siento majita, pero hoy me quedo sorda – comentaba una voz
chillona en el salón.
-Eh, que me está llamando a mí. ¿Te importa ayudarme? Me he
enganchado el cordón en el radiador y Carla me necesita ya.
-¿Perdona? Zapato, bonito, soy yo. Mira como brilla mi piel.
Y el tacón ¿qué me dices? Es tan… fabuloso.
-Sí, bueno, pero… yo también soy Zapato. Ella me quiere
mucho.
-Me alegro por ti, pero te aseguro que YO soy más importante
para Carla. A ti te ensucia por el campo y a mí me pasea por la ciudad. Yo me
replantearía eso del afecto.
-Pero… ella… Déjame en paz.
-Ay, mira, no te mereces llevar MI nombre. Zapato es para
seres glamurosos y no… Estás muy bien aquí escondido en la cortina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario