sábado, 26 de agosto de 2017

Él

Tenía llaves, pero aún así, llamó al timbre. Eran las once de la noche y disfrutaba de un Gintonic en la terraza mientras observaba a la luna bañándose en el mar. Avancé a oscuras por la casa con mi traje de noche. No le esperaba.

Nada más abrir la puerta se abalanzó sobre mis labios. Creí que jamás daría el paso.

Cuando se apartó, sus mejillas sonrosadas y los ojos brillantes le impedían hablar. Tampoco nos hacía falta.

Le tomé de la mano y le hice pasar al salón. Me sonrió con ternura. Por primera vez, le sentía realmente enamorado. Dejó el sombrero en la mesa y salimos al balcón.

Las estrellas brillaban en el cielo acunando el rugir de la mar.
Iríamos paso a paso, pero ya no había vuelta atrás.

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