martes, 22 de agosto de 2017

Salud mental

Una buena sobremesa, el amanecer veraniego, la lluvia en la ventana acurrucado con la manta, echarse unas risas a las tres de la tarde, ese paseo que se convierte en "el paseo"...

Son instantes de calma y felicidad en los que no hace falta nada; dejar la mente en blanco, completamente en blanco, y sin ser consciente de ello, dejar que el tiempo pase... y disfrutar.


A veces pienso que el ser humano sólo se queda con el primer plano, la rosa que reluce hermosa en una tarde de verano. Pero tiene espinas, y el sol quemará sus pétalos si la lluvia se retrasa tan sólo unas horas. Afortunadamente, siempre hay un segundo plano, farolillos que en la noche adviertan de que un alma se está perdiendo, pero que aún puede sobrevivir haciendo trabajar a la regadera.

Deberíamos ser consciente de lo que es la salud mental, porque el cansancio físico no tiene mejor cura que unas horas de relax, pero ¡ay, señor! cuando es el alma el que se desvanece. Hay que reconocerlo, y ese es quizá el mayor de los obstáculos, lo que no pone nada fácil esta modernista civilización. Afortunadamente, siempre hay personas farolillo que son ángeles sea de noche o bien de día, y que poco a poco riegan la esencia de uno para que los pequeños instantes renueven las hojas secas.

Son dos procesos que se suceden al igual que la tormenta y el cielo despejado, porque mientras que la rosa agradecerá esa lluvia torrencial, habrá quienes se recreen en la compañía de una tarde soleada. Y ambas, por igual, conformarán el mundo de la realidad.


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