Carolina se sentó en el banco mordiéndose el labio inferior. Mateo se acercó a ella con su cazamariposas.
-¡Qué asco, cuánta sangre! - gritó él acercando su dedo a la herida de la niña.
-Pero si no te duele.
-¿Y tú cómo lo sabes?
-Es que no estás llorando.
-Pues sí que me he hecho daño... pero ha sido muy divertido.
-¿Qué te ha pasado?
-Estaba cogiendo flores en lo alto de un muro, son preciosas y huelen muy bien - explicó entusiasmada -. Son para mi perfume.
-Eso sería genial... pero mamá ha dicho que una tirita no serve, que es una herida muy grande. Dice que tenemos que ir al hospital para que me cosan como si fuera un trapo... luego sólo tendré una cicatriz.
-Ah, pues... te traigo un chupachús para que no te aburras mientras te cosen como si fueras un trapo.
-Tú puedes hacer colonias cuando esté en el hospital. Antes de caerme vi unas flores moradas que son perfectas. Puedes cogerlas por mí.
-No, yo te espero a que vuelvas, es tu creación. Creo que mejor me voy a buscar tesoros.
-Pues vale. Dile a los piratas que la temible Carolina les matará si no te dan todas sus chuches.
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