Escuchó el fluir del agua. Estaba despierta, estaba viva. Se mantuvo inmóvil oyendo voces lejanas.
Notó los pies muy fríos. Le habían quitado las zapatillas. Trató de mover los dedos. Sentía el cuerpo completamente entumecido y tenía la boca pastosa.
Sintió un dolor muy fuerte en el brazo izquierdo cuando quiso incorporarse. Después dejó caer la mano en algún líquido pegajoso. Abrió los ojos alarmada temiendo que fuera su propia sangre.
Permanecía tumbada sobre una piedra en mitad del río, sus pies flotaban en el agua y su mano reposaba junto a varias babosas muertas. Contuvo una arcada temerosa de que se dieran cuenta de que había recuperado el conocimiento. Cerró los ojos de nuevo tratando de recuperar la normalidad de su respiración.
Sintió que se acercaban a ella. Hablaron en otro idioma que ni siquiera pudo identificar. Notó cómo la zarandeaban con un palo pero se mantuvo en su posición como si no la hicieran nada.
Por fin sintió que se alejaban y, después de unos largos minutos las voces se apagaron por completo. Tan sólo sentía el fluir del agua.
Volvió a abrir los ojos. Comenzaba a anochecer. Se sentó sobre la piedra en la que la habían dejado y comprobó la profundidad de la herida que efectivamente decoraba su brazo izquierdo.
Contempló los árboles que la rodeaban. Nunca los había visto tan altos y eso que en su vida solo se había dedicado a visitar bosques. Ni siquiera reconoció la especie a la que pertenecían, lo que tampoco ayudaba a establecer una localización aproximada.
Se puso en pie temblorosa y escuchó el disparo.
02-09-2018
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