viernes, 25 de enero de 2019

La tienda

Según la vió entrar supo que su mañana tranquila había acabado. Francisco se mantuvo en su puesto con la cabeza bien alta observando sus movimientos.

Era una mujer bajita, regordeta y entrada ya en años. Su maquillaje multicolor más que acentuar sus rasgos los eliminaba por completo, y su enorme bolso de piel la inclinaba ligeramente hacia la derecha.

Se había colocado en mitad del pasillo a abrir todas y cada una de las cremalleras de una maleta. Al rato la abandonó en el suelo, avanzó unos metros y abrió otra un poco más grande. Francisco se ajustó la corbata y carraspeó, pero ella no se dio por aludida.

La cuarta vez que repitió el procedimiento no tuvo más remedio que acercarse.

-¡Ay, jovencito, a ver si me puedes ayudar! - gritó aún empecinada en lo suyo lanzándose a por una quinta maleta.

-Desde luego, señora. ¿Qué es exactamente lo que busca? Veo que no le gustan mucho nuestros productos - comentó Francisco mientras tiraba con todas sus fuerzas de la maleta para que la señora no siguiera con su hazaña.

-¿Dónde están los tenedores?

-¡¡Disculpe!! - se sorprendió él soltando la maleta.

-Sé que los habéis escondido. Hace un rato me llevé una docena de platos que ya nadie quería. No es que los robara, es que son geos y nadie los iba a comprar. He pensado regalarselos a mi nieto por su cumpleaños, pero claro, necesito tenedores, que si no el pobre a ver cómo se alimenta.

-Ya... Comprendo... Pero es que aquí solo vendemos maletas.

-¡Uy! ¿Me vas a decir tú a mí lo que se vende aquí y lo que no? ¡Será posible! ¡Anda la leche! Seguro que ya se me ha adelantado la Juani. ¡Se va a enterar esta!

La anciana se cambió el bolso de hombro. Francisco se quedó hipnotizado viéndola caminar, esta vez, ligeramente inclinada a la izquierda.

jueves, 17 de enero de 2019

La cantidad justa

Habían pasado muchos años desde que se fuera de casa y volvía al barrio con la mirada nostálgica. Se alegró mucho al comprobar que la frutería junto a su portal seguía abierta. Se dejó llevar por la intensidad de los colores y no pudo resistirse a catarlas de nuevo.

-¿Le puedo ayudar en algo? - se acercó la dependienta.

-Sí, póngame unas pocas mandarinas.

-Están saliendo muy buenas. ¿Cuánto quieres? ¿Un cuar...?

-Algunas - la interrumpió comenzando a temblar.

-Pero digame un núm...

-Ssshhh. La cantidad adecuada.


-Vale... ¿así es suficiente? ¿Quieres una más?

-No, no, no. No entiendes nada - le gritó llevándose las manos a la cabeza.

-¿Se encuentra bien?

-Quiero pagar - contestó tras un largo suspiro.

-Claro... son...

-¡No lo diga! Tome la tarjeta y cóbrese. ¡Ah!, no me quieras engañar, ya le diré a alguien que compruebe las cifras.

13-11-2018

domingo, 6 de enero de 2019

Queridos Reyes Magos

Las tinieblas deslumbran
en noches apacibles.
El recuerdo sana
presentes sin rumbo.

Apaga el fuego
que levantó su hielo.
Siente las alas
que te mantienen en el suelo.

La voz alza su vuelo
en el destierro
de palabras apuñaladas.

Los secretos de tu desvelo
son la calma del aguacero.
Siente la arena
que rebota en tus entrañas.

Quedan los sueños.
Quedan los gritos
de tu anhelo.

No explicar al inconsciente
por querer a la conciencia.
Solo puedo regalar versos
y una sonrisa verdadera.