Un rincón de ilusiones
en el olvido,
el rugido de un tormenta
que todavía acecha,
el caos absoluto
en cada encrucijada.
Y después...
nada.
Otras manos entrelazadas
nos recuerdan el silencio,
un martillo que golpea
sobre la renuncia
que tejió
nuestra fragilidad.
¿Qué quiere que haga?
Nada.
Somos el fracaso
de un susurro peregrino,
miradas
en el destierro
de los sueños,
la ingenuidad que nos empuja
al abismo de la culpa.
No queda nada.
Quisieras volar de nuevo,
recuperar la postal
de aquel viaje al infinito.
Acariciamos la luna
y después el infierno.
Las alas serían arrancadas
en un instante de inseguridad.
Eres...
Ni cenizas
ni dolor.
Nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario