viernes, 21 de octubre de 2022

Berryl - 3. El templo de Debód

Se acerca andando hasta el Templo de Debód. No es un paseo muy largo, agradable si el tiempo acompaña, eterno si el cielo se pone en su contra. A veces incluso, coge el metro. El autobús no porque da mucha vuelta y ella tiene cosas más importantes que hacer.

Sube las escaleras. Despacio pero con paso firme. Contempla de pie por cinco minutos la antigua edificación egipcia. Después da una vuelta y media por el parque y se sienta en un banco. Intenta que no sea siempre el mismo.

La primera media hora la dedica a observar a los viandantes. Acaricia a dos de cada tres perros que se le acercan y le hace una carantoña a la mitad de los niños pequeños que están aprendiendo a caminar. A los demás los ignora.

Después saca todos los periódicos y los apoya sobre sus muslos. Los ojea uno a uno y los va devolviendo a la bolsa. No se salta ni un solo artículo o anuncio. La lectura en profundidad es para la tarde, cuando se sienta en el sillón frente al ventanal del salón con una humeante taza de té y una copita de whiskey.

Aunque no levante la vista del papel, presta atención a las conversaciones de los viandantes, sobre todo de los extranjeros; sus favoritas: las de jóvenes estudiantes nórdicos.

domingo, 16 de octubre de 2022

Berryl – 2. La librería

Baja a la calle todas las mañanas. Llueva, truene o se aproxime un vendaval. Ni muy temprano (que madrugar tampoco es que le haga mucha gracia) ni cuando el sol ya está en lo alto. Es más de calzarse a eso de las diez, para cuando han abierto la librería.

Los libros no le interesan. No todos los días. O sea, sí, compra un ejemplar cuatro, cinco veces al año, y para cuando viene la Feria del Libro, es obligatoria su visita al Retiro.

Va a la librería por los periódicos. Compra un ejemplar de cada edición: El país, Le monde, The New York Times, the Washington Post, The Guardian, Die Zeit y La Stampa. Los guarda todos en una bolsa de tela y se despide con una sonrisa amable. Apenas habla. La tendera siempre le hace alguna pregunta. Ella asiente o niega con la cabeza. Evita establecer conexión visual. Pero siempre sonríe.

lunes, 10 de octubre de 2022

Berryl - 1. Aspecto y vivienda

Señora de 83 años, alta, ligeramente encorvada.

Pelo completamente blanco, corto, con una estudiada capa de laca, bien peinado pero no como de haber salido de la peluquería hace diez minutos. Maquillaje evidente pero sutil.

Traje de falda verde, al estilo de los que lleva la gente de su edad los domingos a misa. Ella no pisa la iglesia. Ni los domingos ni ningún otro día. Bodas, bautizos y comuniones tampoco son excepción.

Vive en un cuarto sin ascensor. Manolo, el del tercero, le compra un poco de fruta los martes y los viernes. Julia, la hija de los del segundo, se pasa todos los jueves por el mercado y le lleva pescado fresco y algo de carne. Ernesto, con el que comparte rellano, le presta su ordenador siempre que lo necesite para que haga un pedido online a su supermercado de confianza. Y Sofía, la nieta de la señora Agustina, le ayuda a limpiar la casa cuando no está estudiando.

jueves, 6 de octubre de 2022

Sobre el barro

¿Que más? Si el árbol ya se ha secado y el viento ha partido sus ramas. Si ya no ofrece cobijo a las ardillas y hasta las hormigas lo rehuyen. Si las raices desconocen el abono y la corteza ha perdido el musgo que le señalaba su norte.

¿Qué mas? Si la piel se ha agrietado y las manos ya no saben lo que es el tacto. Si los párpados se han cerrado y en los oídos se acumula la cera. Si las piernas se han entumecido y los pies no recuerdan el juego del equilibrio.

¿Por qué mas? Cuando el cielo está despejado pero se han apagado todas las estrellas. Cuando la luna ya no quiere influir en las mareas y los rayos solares conversan con la capa de ozono como si fueran mejores amigos. Cuando llega el silencio que se impone a los truenos.

¿Por qué mas? Cuando las miradas ya no son testigo de encuentros fugaces y las palabras se han vuelto tímidas. Cuando las caricias han olvidado el cariño y los susurros se escuchan como gritos. Cuando no queda amor para despertar la primavera.

¿Cuánto más? Si la mugre ya lo ha cubierto todo y aún queda suciedad bajo las uñas. Si se ha perdido cada centímetro de tierra sobre la que crecía el grano. Si llueve sobre mojado y no queda aire que respirar.

¿Cuánto más? Si el último suspiro condena la vigilia y la llama desconoce ahora el fuego. Si la curvatura de los labios no puede moldearse. Si ha llegado el final y aún queda camino por recorrer.