lunes, 3 de abril de 2023

Sábado de flores

Sábado. 1 de abril de 2023. ¿Cómo que 1 de abril de 2023? Imposible. No salen las cuentas. El calendario ha acelarado. Y también se ha ralentizado. El tiempo transcurrido en tres meses rebasa sus limitaciones hasta el punto de provocar que las mejillas se encharquen.

8:13h. Amanece. La luz se cuela débilmente por el velux. Suena el despertador. Pero no hay prisa por levantarse. No hay prisa. Solo calma y una sensación agradable de plenitud. La posibilidad y la necesidad de remolonear. De dejar que la piel también se desperece.

9:27h. Algo de música de fondo y la leche calentándose en el cazo. Los platos de la cena todavía sucios en el fregadero. Otra vez la calma y esa sensación de comodidad. Dedicarle unos segundos a planificar el día. Y a soñar con la vida. A acariciar la complicidad.

11:46h. El cuerpo se desliza en el agua de la piscina. Está fría. Fresca. Despeja la mente. Las brazadas son enérgicas y lentas a la vez. Los músculos responden casi de forma automática. Es agradable. Es esa sensación de bienestar físico. Las neuronas siguen escuchando la melodía de por la mañana. Algunas escriben. Otras optan por descansar. Muy pocas. Las suficientes.

13:09h. Las ventanas abiertas y el viento paseándose con calma entre el salón y el dormitorio. La escoba en la mano y el cubo de la fregona llenándose en la bañera. Poner en orden la casa. El hogar. También la mente. El otro hogar. ¡Qué sensación esa de ser libre! ¡Qué sensación y qué libertad! La cotidianeidad comienza a construirse como parte de una vida apacible.

15:12h. Varias migas en el mantel y el vaso vacío. El cuaderno también sobre la mesa. En una esquina. Como un recordatorio y un plan satisfactorio. El silencio es rasgado por los pitidos del teléfono. Un intento vano de ser ignorados. Aparece un exceso de engalanamiento. Porquería si no hay un núcleo al que llegar. Se subrayan los términos abstractos porque ya está todo lo demás exhaustivamente definido. Mientras que los labios dibujan una sonrisa permanente y reconocen la razón de su curvatura, no entienden cómo puede resultar tan fascinante.

16:35h. La concentración es difusa y el café se ha enfriado. Apenas se intuyen unas nubes diminutas en el cielo de Madrid. El incienso se ha consumido pero el humo todavía permanece entre las paredes. Hay un curioso equilibrio entre la necesidad de escribir y la de simplemente estar. Los recuerdos vienen y van. Vienen y se quedan. Se instalan cómodamente. Se vuelven a sentir. Se recrean en esa sensación de no tener que mentir, de sentir ese cosquilleo de contar la verdad, cualquiera que sea.

17:48h. Las uñas pintadas de blanco. Los pensamientos se instauran en las nuevas rutinas. En la calma. Podría acostumbrarme a esa sensación de felicidad. No. Espera. Ya me he acostumbrado.

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