El corazón se aceleró y mis ojos brillaban como pocas veces. Fue tan especial que aún hoy se me encoje el alma.
Hace unas semanas acudí a la Residencia de Estudiantes de Madrid, aquella en la que grandes como Severo Ochoa o Luis Buñuel. Esa tarde programaban Leyendo a Lorca, una lectura dramatizada. Mi acercamiento a este autor es muy escaso, tan sólo leí Bodas de Sangre (1933) y reconozco que no me enteré de mucho, menos mal que todo lo solucionó La novia (Paula Ortiz, 2015).
La cuestión, que iba un poco sin saber qué encontraría, y por poco me quedo sin saberlo. Estaba abarrotado. Me tocó al final del todo en unos sofás bajos desde el que no podía ver a la protagonista, Irene Escolar.
Aquello comenzó y mis sentidos despertaron de su letargo. Me quedé de pie y fui incapaz de sentarme. No hacía falta más que escucharla, pero de verdad que la intensidad sobre el escenario merecía ser contemplada. En cada silencio la estancia seguía bañada en poesía. El público (1930) que cuando lo vi en teatro apenas logré seguirla, cobró vida aquella noche, porque ella transmitía tanto y él escribía tan bien.
Sólo son palabras, pero tan bien hiladas, tan bien pronunciadas, con tanta intensidad y emoción, que pese a que mi pies llegaron cansados, todo quedó en un segundo plano y permanecí inmóvil contemplando a una verdadera artista que emanaba verdad en la mirada.
Y ese 21 de octubre volví a SENTIR. Y me temo que por mucho que escriba, no seré capaz de transmitir la realidad porque su fuerza era tan grande... que me siento pequeña. En mi embriaguez, los silencios pasaron a ser huecos, y me asustaban porque llenaban mi pecho de ardiente vida.
Es la segunda vez que me pasa esto. Todo comenzó con Lluvia Constante (Keith Huff,versión de David Serrano, 2014), cuando con los aplausos se me formó un nudo en el estómago y mis piernas comenzaron a temblar. La trama, la escenografía, los actores y su interpretación,... era todo asombroso, y, aun así, había algo superior que rompía mis esquemas y no me permitía más que suspirar. Y cuando pasa esto... es que... es tan asombroso, que siento no saber expresarlo.
En mi regreso a la civilización quise que mis sentidos se apagaran ante la debilidad de la ciudad. Creo que si no hubiese sido por el rugir de los motores que cruzaban ante mis ojos, no hubiera sido capaz de volver a la realidad, porque lo que había sentido era tan intenso, tan hermoso...
En un par de semanas volveré a verla, esta vez en el Teatro Pavón Kamikaze, y pese a ser consciente de que no será lo mismo, que ahora sé a lo que voy, sueño con volver a vivirlo.
Concluyo con unos versos (o un intento) que se me ocurrieron nada más salir.
Él que suena por su boca
y brilla en su mirada.
Poeta, artista
dictador de sentimiento.
Actriz, artista
provocadora de los sentidos.
Hoy, que el bullicio de la ciudad
me resulta atronador,
miro el agua, las flores,...
y sólo escucho a Lorca
en voz de Irene Escolar.
P.D.: Vayan a verla si tienen la oportunidad. Dudo que pueda defraudarles.