
La del tercero corre la cortina y se acerca peligrosamente a la ventana, pero aún no se atreve a abrirla; y la del primero llega en el momento más oportuno olisqueando el cotilleo. La cara de vergüenza del hijo es un auténtico poema.
Sintiéndome parte de ese cuadro de marujeo, centro mi mirada en la naturaleza enlatada de la plaza. El jardinero está arreglando la verja para que el escuálido arbusto no moleste demasiado a la tecnológica población. Más allá unos obreros reducen la tierra de un árbol, cubriendo el suelo con unos horrendos adoquines.
Cojo el boli para continuar pasando apuntes, pero de nuevo mi atención se queda más allá de la ventana. La del segundo se aleja con sus perritos sin volver la vista atrás y la del tercero ha bajado hasta la persiana. No queda nadie en el portal.
20:37 - La colmena sigue allí arriba, pero se ha acabado la hora del cotilleo.
8-10-2016
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