martes, 28 de noviembre de 2017

No pasará el tiempo

Ya no era una muchachita que correteaba por los pasillos con las trenzas siempre despeinadas. Ni siquiera ya podía quedarse en la cama mientras su abuela se afanaba en buscar cubos para las incontables goteras. Sin embargo, el repiqueteo de las gotas en cada charco que se formaba en el patio, seguía produciéndola la misma calma. Y el mismo mal humor. Adoraba la lluvia, era muy necesaria, pero detestaba cuando el cielo aguardaba durante semanas hasta que ella ponía un pie en su pueblecito. Y ya pasarán quince o treinta años, que ella seguiría esperando impaciente junto a la ventana, entre la calma y la agonía.

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