viernes, 29 de junio de 2018

Adiós


Se paró el reloj. Armando sonrió. Aquella noche le estaba resultando todavía más insoportable su tic-tac. Cincuenta y siete años conviviendo y no había podido acostumbrarse. Cerró los ojos y descansó por primera vez desde que le encerraron en aquella habitación. Armando descansó para siempre.

05-06-2018

viernes, 22 de junio de 2018

Críos

-¿Tú crees que se van a dar cuenta?

-Solo pasan dos trenes al día.

-Así no vendrá la gente de ciudad y nos podremos bañar en el río tranquilitos.

-Es verdad, ¿cómo no se nos ha ocurrido antes?

-Porque nos va a caer una buena bronca.

-No, no, esa va a ser solo para ti que has sido tú quien se ha colgado de la catenaria como un mono.

-Ya, pero fue tu idea.

-Bueno, vale, compartimos el castigo que así es más divertido.

08-05-2018

domingo, 10 de junio de 2018

Una de miedo. No, una de terror ¿no?

Abrió la puerta de su casa. Nos había estado vigilando desde la ventana de la cocina, y aún así, tardó más de diez minutos en presentarse. Pelo canoso, gafas, un aspecto sencillo, y quizá por eso, ya algo sospechoso. Nos enseñó su casa, grande eternamente grande. Nos dio detalles de todas y cada de una de las estancias. Sin embargo, nos preocupaba que aquello tuviera truco. Nos los mostró todo repitiendo la misma información. Incluso nos enseñó que todas las habitaciones tenían más de una entrada. Daba demasiados detalles, y todo en un mismo tono. Ni siquiera buscaba la complicidad con la mirada.

Reconozco que al principio aquella vieja casa en medio de la ciudad no me atrajo. El rellano me pareció insulso pero hubo varias estancias que me resultaron de lo más llamativas por su colorido y mobiliario, sobre todo, cuando acababas de ver otras tres monótonas habitaciones. Presté atención a sus explicaciones e incluso quise preguntar en varias ocasiones. Pronto comprendí, en cambio, que sería absurdo, pues en realidad relataba su discurso de memoria, puede que incluso sin comprender, y cualquier comentario anexo carecía de lógica alguna. Así que poco a poco mis compañeros dejaron de prestarla atención, y a la larga, ni siquiera se preocupaban por aparentar la falta de interés. Yo la observaba. Su mirada no me aportaba nada de confianza y tenía la impresión de que en aquella casa nada era lo que parecía.

Acabamos la visita. Ella se marchaba y nos tocaba pasar la noche a solas. Fuimos hasta la puerta. Sonrió con amargura, más bien me pareció un gesto mecánico, deshumanizado. Sólo dijo: "Buena suerte y disfrutar de la experiencia". Temí lo peor. Un escalofrío me recorrió la espalda mientras ella se daba la vuelta y desaparecía en la noche de la ciudad.

Parecía haber puesto absolutamente todas las cartas sobre la mesa. Se oían voces... tal y como nos había dicho... desaparecían objetos... como había vaticinado... pero, más allá... todo estaba en orden... también hizo hincapié en que las venganzas se servían en plato frío y que el amanecer era su momento favorito del día. ¿Qué esperar entonces?

Con las primeras luces del alba, la casa adquiría un aspecto más fantasmagórico aún. Luz tenue y silencio sepulcral aderezados con el ulular del búho. Pese a todo, no llegaba ese momento de terror. La ambientación era perfecta salvo por la ausencia del susto profetizado que no hacía sino alargar eternamente los minutos.

Sonó el timbre. Apareció... sonriente... casi de forma natural y derrochando amabilidad. Quizá sucedería al segundo día, o quizá aguardara la plenitud del sol para que todos viéramos su verdadera faceta. La cuestión es que se fue de nuevo tal y como habíamos acordado. Pero todo seguía en orden. La situación parecía incluso normal. ¿Es que acaso no nos iba a apuñalar pese a sus continuas amenazas? ¿Acaso no eran amenazas si ella misma lo había calificado así?

17-05-2018

martes, 5 de junio de 2018

Excursión

-Aquí antes había una playa... es que tiene que estar por aquí, pues anda que no habré venido yo veces cuando era un crío. ¡Que sí, que sí, que aquí tiene que estar la playa! Mira, ese árbol es igualito, pero clavado, a uno en que se me quedó atrapado el pie cuando tenía cinco años. Es que no había manera de que saliera. ¡Más de dos horas que estuve allí enganchado!... Bueno, la verdad, es que ahora que me fijo... hay algo que no me cuadra... ¡Ah! Le han quitado ramas. ¡Ay, pobrecito mío! Si es que... mucho hablar de la contaminación, pero luego vamos por ahí cortando árboles como si nada. ¡Qué pena, qué pena más grande!

-Me parece muy bonito todo lo que cuentas... no, perdón, perdón, es muy triste. Siento mi falta de empatía ante tu dolor, pero ¿quieres reconocer de una vez que te has perdido y no sabes cómo llegar a la playa? Llevamos más de hora y media caminando y ni playa, ni acantilado,... ni nada que se le parezca.