Gritó. En cualquier momento
sus cuerdas vocales se desgarrarían. Se apoyó sobre la cama respirando con
fuerza. Sudaba. Miró al exterior; estaba tan iluminado que parecía de día. Tenía
miedo, llegaba la hora. Gritó de nuevo. Quería que toda la gente en el castillo
la tuviera presente, ya ni siquiera la importaba el dolor.
Se acercó a la ventana y se
apoyó en el alféizar. Sonrió con la mirada enajenada. La luna comenzaba a
teñirse de sangre a la par que su rostro se transfiguraba. Soltó un
alarido que incluso estremeció a los pájaros.
Los guardias golpearon la
puerta. Ella no se inmutó. Gritó de nuevo cuando la sangre comenzó a brotar de
sus heridas. Respiraba con dificultad y comenzó a reír histérica.
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Imagen cedida por EMZ |
Oyó voces en el pasillo.
Los guardias querían impedir que su madre entrara. Ella gritó una vez más y se dejó
caer en el suelo. Podía ver la luna completamente teñida de rojo. Cerró los
ojos al sentir como sus delicadas piernas se volvían gruesas y peludas. Debía
de ser su hermano el que sufriera el cambio, y sin embargo estaba segura de que
se encontraría acurrucado en una esquina de su dormitorio, lloriqueando y
haciendo fuerza con sus manos sobre las orejas. Ya no le importaba que las
cosas no fueran como debieran, como siempre la historia había señalado. Ahora
ella era la poderosa.
Cerró los ojos cuando sus
uñas recién pintadas se transformaron en garras. Ya casi lo había conseguido,
un pequeño esfuerzo más y lograría su objetivo.
27-07-2018