jueves, 5 de julio de 2018

Miedo

Era una burbuja. Una puta cúpula que no podía atravesar. Me sentía débil, como con la mente obnubilada. Y lo peor de todo es que estaba en mis manos la posibilidad de escapar, y allí dentro lo único que hacía era huir de mi misma. Lo pensaba, lo pronunciaba en voz alta: "Clara, muévete... no es tan difícil, vamos, despacito, no hay prisa... venga, primero un pie y después el otro". Pero no había manera. Me temblaban las piernas. Permanecí inmóvil durante años.

Había otros como yo, incluso más cerca de lo que me podía imaginar. A veces charlábamos, e incluso podíamos hablar abiertamente de nuestra situación, pero a la hora de la verdad, ninguno eramos capaces de avanzar, condenados como estatuas en la eternidad, con el convencimiento de esperar a que alguien viniera a rescatarnos. Creo que fue entonces cuando lo comprendí todo.

Cerré los ojos. Me olvidé de todo, de todos. Visualice mi objetivo. Fuera todo lo demás. Ahí estaba mi escapatoria. Sólo me faltaba creer. Levanté la pierna derecha y miré a mi alrededor. Allí estaba muy a gusto, pero me esperaba la realidad.

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