martes, 14 de agosto de 2018

Paisajes... o personas

Caminaba con el ceño fruncido y apretando los dientes y las manos. La sangre le hervía en las venas. Llevaba meses preparando aquella jornada y todos parecían estar en su contra. Si sabían cuánto la había costado, ¿por qué la ponían tantas zancadillas?

Escuchaba a su tía gritar su nombre unos metros por detrás. Desde luego que a ella no quería fastidiarle también el día, pero estaba harta de aquella situación. Tenía que ser un gran día y ella estaba enfadada a más de tres kilómetros de la fiesta.

Llegó a lo alto del acantilado y se sentó sobre la hierba. Cerró los ojos y escuchó las olas romper contra las rocas. Al rato sintió los jadeos de su tía que finalmente la había dado alcance. Permanecieron inmóviles durante varios minutos. Después ella le dio un abrazo. La muchacha se dejó acariciar. ¿Valía la pena estar disgustada todo el día después de tanto trabajo? Por tres tarambanas los demás no se merecían su desprecio. Respiró profundamente y sonrió.

Estaba en paz. Después de todo el cabreo se sentía feliz, dispuesta a disfrutar y a dejarles claro a los demás quien era ella.

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