Salió de allí con la cabeza bien alta, fingiendo que todo estaba bien aunque acabaran de reírse de ella delante de su cara. Y lo mejor de todo era que lo habían reconocido, no se molestaron lo más mínimo en ocurtarlo. Todo quedaba claro.
Caminó por el puerto con el rostro serio. Era más de la una de la madrugada y corría una brisa fría que penetraba en sus huesos. Apenas pestañeaba. Tan solo en ocasiones, cuando se cruzaba con alguien más joven, sonreía como si aquel trayecto lo hiciera la mujer más feliz de La Tierra. Después la amargura ocupaba su torrente sanguíneo y caminaba hipnotizada.
Se sentó en un banco frente al mar y, con la mirada perdida, dejó que el tiempo fluyera al compás del oleaje. Apretó los puños recordando de nuevo su desprecio. Quizá hubiera sido una cobarde por no responder a su juego, pero eso precisamente lo que quería evitar.

Abrió la puerta y caminó a oscuras por la casa. No había nadie. Se puso el pijama y se metió en la cama. Fue cuando apoyó la cabeza sobre la almohada cuando las lágrimas brotaron incontenibles. Una hora, dos...
La despertó Claudia, una de sus compañeras de piso. La estaba llamando al móvil porque había perdido las llaves. Eran más de las cinco de la mañana.
Escuchó sus voces en el pasillo. Venían también Marta y Victoria. Estaban borrachas. Ella les abrió la puerta y sin pronunciar palabra alguna regresó a su cama. Y con ella su llanto. Fue breve pero intenso. El dolor formaba ya parte de su respiración. Siguió escuchando sus risas buena parte de la madrugada.
A las diez se levantó, se cambió de ropa y ni siquiera desayunó. Salió de casa dando un portazo. Lo lamentó por los vecinos. Bajó los siete pisos de escaleras. El día estaba nublado pero se puso las gafas de sol. Fue hasta la playa evitando las calles de la noche anterior. No le importó tardar veinte minutos más.
Se descalzó y caminó por la arena hasta la orilla. Se detuvo y esperó a que la siguiente ola alcanzara sus pies. El frío sacudió su cuerpo. Cerró los ojos y avanzó unos pasos. Se dejó mecer por el océano dejando la mente en blanco. Aquellos días debían ser felices... memorables... rió a carcajadas.
Abrió los ojos sintiendo un rayo de sol acariciando su piel. La calma del mar fue penetrando en sus entrañas. No iba a hablar con ellas de aquel suceso. Todo estaba claro. No volverían a coincidir nunca más, pero ella... ella empezó a ser ella.
28-09-2018
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