martes, 30 de abril de 2019

La despedida

Seguía lloviendo. No había parado en toda la semana y el viento era cada vez más intenso. En las noticias llevaban días anunicando una ciclogénesis y aún así decidieron atravesar medio país para encontrarse allí.

Sofía se acurrucó sobre su pecho suspirando. Las horas habían pasado extremadamente rápidas. Entrelazaron sus manos en un silencio interrumpido a cada rato por el crepitar de la chimenea. David comprobó la hora en el reloj, besó su frente con delicadeza y se puso en pie. La intensidad de sus miradas les ahogaba en la distancia. Sonreían pero sus labios no eran más que una curva forzada por la amargura. David salió de la estancia.

Ella se giró hacia la ventana. En la esquina superior derecha aparecieron dos gotas diminutas que poco a poco fueron avanzando en diagonal, alimentándose de otras porciones de agua que colmaban el cristal. Parecía que se perseguían y jugaban a cruzar sus caminos sin llegar nunca a tocarse. Su peculiar baile se veía ocasionalmente interrumpido por la presencia de otras gotas que amenazaban con convertirlo todo en un denso océano donde no poder distinguirse.

Sin embargo, la fuerza con que se atraían superaba cualquier impedimiento. Cuando ya apenas quedaban un par de centímetros se fundieron en una gran gota que permaneció inmóvil antes de terminar su recorrido llegando al marco de la ventana. Sofía perdió su mirada en los charcos de la calle. Una niña correteaba chapoteando en unos y otros ajena a los gritos de su padre. Sofía se rió sintiéndose cómplice de su entretenimiento.

David regresó con el gesto abatido dejando una maleta junto a la puerta. Se sentó en el sofá junto a ella. Sofía acarició su rostro queriendo retener sus facciones.

-¿Y si no volviéramos? ¿Y si nos quedáramos aquí para siempre?- se atrevió a decir ella.

-No hagas esto más difícil, por favor - pidió él con voz ronca.

-Te gustaría tanto como a mí.

-No puede ser - sentenció David haciendo un amago de levantarse que fue de inmediato detenido por Sofía. 

-Ahora estamos aquí. Si tan solo quisieras...

-¡Basta! - gritó sin moverse -. A mi tampoco me gustan las despedidas... sabíamos que esto pasaría... y nos arriesgamos.

-Podemos cambiar las reglas del juego. Nos pertenece y tenemos derecho a modificarlas a nuestro antojo.

Sus labios estaban cada vez más cerca y David había quedado hipnotizado por sus ojos.

-Si tan solo quisieras... - le susurró ella.

Sofía se apartó de golpe y se fue del salón. David permaneció inmóvil sintiendo el repiqueteo de la lluvia contra el cristal. Posó su mirada sobre la chimenea. Apenas quedaban ya cenizas y sin embargo todavía podía sentir el calor, un calor que pronto se extinguiría.

Una viruta aún incandescente se escapó de entre los rescoldos. Danzaba en el aire impulsada por una corriente invisible hasta posarse con delicadeza sobre una ramita del montón de la leña. Por un instante creyó que todo aquello iba a arder pero simplemente se apagó. David observó con atención el lugar en el que había caído la viruta. Como movido por un resorte, el chico cogió el fuelle y se acercó a la chimenea. En apenas unos segundos se hizo de nuevo la llama.

La lluvia había cesado pero el cielo seguía gris. Sofía regresó colocando su maleta un par de metros por detrás de la de David. Tenía el gesto serio. Sin decir palabra alguna, la joven recogió su bufanda y su abrigo antes de disponerse a girar la llave en la puerta de entrada.

David se levantó y se plantó delante de ella en tres zancadas. Sofía se vio soprendida pero se dejó llevar por sus besos.

-Nos quedamos - pronunció él retomando el aliento.

-¿Y si fuera tarde? - contestó Sofía con frialdad en su mirada.

El fuego de la chimenea alcanzaba su mayor esplendor y en el exterior la lluvia volvía a colmar las calles. Sofía colgó de nuevo la bufanda y el abrigo.

-Voy a deshacer la maleta - comentó él cuando sus ojos, cómplices, se cruzaron.

Ella sonrió esta vez sin amargura.

viernes, 26 de abril de 2019

Reflejo

Apenas un esbozo
que sucumbe en la noche.
Se encendieron los neones,
se tiñeron las razones.

Caer en la tormenta
fue el camino señalado
por aquel fugaz destello.

La peluca
paralizó los latidos
de una vida que no fue.
El disfraz
saludó a la disculpa
que se hizo fuerte
en el espejo.

Y desnudo de madrugada
sorprendimos a las nubes
pernoctando en otra isla.

Avanzar,
recorrer el infinito
dando pasos hacia atrás.

18-12-2018

martes, 23 de abril de 2019

Soy escritora

De pequeña odiaba leer. Yo no lo recuerdo, pero mis padres dicen que podía pasarme horas llorando con tal de no leer. Ahora me avergüenza un poco pero también reconozco que sin aquellas vivencias es posible que no me hubiera convertido en quien soy hoy. El cambio se produjo precisamente leyendo. Un verano empecé un libro que tardé más de un año en acabar. El siguiente logré leerlo en unos cinco meses, y el de después apenas en unas semanas. Creo que fue aquel curso también cuando nos mandaron hacer una redacción de tema libre y yo no tuve mejor idea que escribir un cuento. Suspendí, pero el gusanillo ya estaba dando vueltas.

Hoy es día de celebrar, ya no sólo los libros sino la lectura en general. En un mundo dominado por la velocidad, el estrés y el agobio, poder disfrutar de un momento para soñar despierto parece incluso un lujo. Pero no lo es. No voy a hablar de los beneficios de leer pero sí quiero reivindicar que todos tenemos recuerdos positivos asociados a los libros... por algo será. Y por supuesto que también habrá quien en el presente los vea como un lastre prefiriendo el cine o la televisión. Sólo una cosa, el origen está en las mismas personas: escritores.

Eran las tres de la mañana. No sé si me acababa de despertar o llevaba acostada hora y media sin haberme dormido. Sólo recuerdo una necesidad incontrolable de levantarme y apuntar aquella maravillosa idea... aunque bien sé que muchas de esas no son más que una mierda por la mañana, pero hay que arriesgarse. En ocasiones merecen la pena, y da mucha rabia perderlas por haber sido vaga al quedarme bajo las sábanas. No hace tanto llegué incluso a encender el ordenador y teclear un par de frases. Hay textos que solo surgen con la energía del momento. Y reconozco que la grabadora es un gran invento (especialmente cuando se va en bici), pero por las noches...

He tardado mucho en considerarme escritora y ahora creo que no hay nada de lo que me sienta más orgullosa. Compartir opiniones respecto a un texto, convencer a otra persona de que el uso del "yo" no siempre significa experiencia propia, sino la voz nacida de una mirada en el metro o de unos gritos en el parque,... Así que sí, también hay que celebrarte a tí, querido lector. Te agradezco enormemente que hayas dedicado unos minutos de tu agitada vida a mi blog. Eso no se compra... ni se puede pagar.

Cualquier rincón es bueno para comenzar a escribir. Cualquier persona puede inspirar mil universos paralelos. Mola... incluso en el momento en que tienes el triple de historias pendientes de las que sabes que en tu vida podrás escribir. Y aún así merece la pena.

Probablemente este no sea el post más bonito, con una lógica narrativa o una estructura perfecta, pero puedo asegurar que es el más sincero. Como así lo es, y sé que me reitero, mi gratitud hacia aquellos que escuchan mi voz en la distancia.

Celebrémonos. ¡Feliz día del libro!

jueves, 18 de abril de 2019

Maldito



Miró su carita de ángel por última vez. El pequeño descansaba plácidamente pero ella sabía que aquella calma era solo aparente. Golpeó la puerta con los nudillos y se alejó corriendo. Las brujas sabrían encargarse de él.

13-06-2017

martes, 9 de abril de 2019

Cuando madures

Me hizo sentir culpable. Dijo: "¿qué te crees, que yo no tengo ganas de ver el mar? ¡Siete meses, dices! TRES AÑOS llevo yo sin ir a la playa y aquí sigo". Según ella debía conformarme y no hacer ni un comentario más al respecto. Tan solo la contesté que cuando de verdad deseas las cosas, te esfuerzas por conseguirlas... y tarde o temprano las obtienes. Insistió en que cuando madurara comprendería que ser adulta conlleva unos sacrificios, y que puedes luchar por unos sueños y jamás conseguirlos.

Así, cuando aquel fin de semana me presenté en su casa para avisarla de que iba a pasar unos días en la costa, me dedicó su sonrisa más amarga y me "deseó" buen viaje.

Yo no iba a pelear por mis sueños, iba a disfrutarlos.

Algún día de 2016

miércoles, 3 de abril de 2019

Cuestión de tiempo

Dejó que se diluyeran en el agua y siguió dando brazadas. Achacaría la rojez de sus ojos al cloro. Era cierto que había olvidado las gafas en casa. Claro que normalmente cuando se daba esa situación se las apañaba para que sus ojos no sufrieran las consecuencias de sus despistes, pero en aquella ocasión...

Se sumergió hasta el fondo de la piscina sintiendo la presión en sus oídos. Expulsó todo el aire por la nariz y dejó que su cuerpo viajara solo hasta la superficie.

Debía estar cansada después de más de dos horas nadando a esa intensidad, sin apenas detenerse. No. Quizá sus músculos estuvieran entumecidos pero sólo podía darle vueltas y vueltas en la cabeza a aquel asunto, fundiéndose a cada rato con el agua.

Había caído la noche y pronto cerrarían. Llegó al final de la calle y se tumbó boca arriba. Flotó con los ojos cerrados. De vez en cuando la alcanzaban las gotas que salpicaban otros nadadores. La gustó. Se fue relajando muy poco a poco. Respiró hondo y dibujó una débil sonrisa en su rostro.

Utilizó las escaleras aun cuando nunca lo hacía. Se sintió débil ahí fuera. El aire acuchillaba su piel y envenenaba sus pulmones. Se apoyó en la pared y se quitó el gorro dejando ver su corto y canoso pelo enmarañado.

Se puso las chanclas y avanzó despacio pero con pasos decididos.