martes, 3 de diciembre de 2019

Ángel de la guarda

Pensábamos que como siempre sonreía era feliz, que si cada mañana nos sacaba diez carcajadas era porque tenía motivos propios para ello. No se quejaba de nada. Quizá deberíamos habernos empezado a preocupar ahí.

Siempre tenía la palabra perfecta para que los momentos de tensión se disiparan. Su mirada generaba calma en todos los ojos sobre los que se posaba y su simple presencia ya atraía la serenidad. De ahí que nos dejara sin respiración en la despedida.

Fue un tarde en lo alto de un acantilado. Esperó pacientemente a que no quedara nadie y entonces comentó algo de que nos había protegido cuanto pudo pero que ya no podía absorber más energía. Sucedió muy rápido. Pareció trastabillar pero lo hizo aposta. Cayó hacia atrás. Ahogamos un grito y de pronto lo vimos aparecer en el aire. Dos enormes alas negras le hacían flotar.

-Volveré cuando pueda volver a ser un ángel de la guarda. Un día os enseñaré mis alas blancas. Recordarme como me veíais. Volveré.

1 comentario: