martes, 17 de diciembre de 2019

Egoísta

Las mañanas de domingo le pertenecían solo a ella. Estuviera donde estuviera y con quien la acompañara. Mónica era muy cuadriculada con los horarios: levantarse a las siete y acostarse a las once, excepto el último día de la semana, no como un capricho, sino como una necesidad, y no siempre consistía en dormir más, muchas veces todo lo contrario. Había quien la regañaba por ello o se enfadaba por ser tan egoísta. Ella contestaba todas las veces con la misma frase: tan solo se regalaba a sí misma un par de horas a la semana, ya el resto de días se deshacía con los demás. Le daba igual lo que opinaran de ella, empezaba a sentirse orgullosa de sus decisiones sin arrepentirse de sus errores, sabiendo que precisamente gracias a ellos estaba aprendiendo y lo seguiría haciendo.

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