Las mañanas de domingo le pertenecían solo a ella. Estuviera donde estuviera y con quien la acompañara. Mónica era muy cuadriculada con los horarios: levantarse a las siete y acostarse a las once, excepto el último día de la semana, no como un capricho, sino como una necesidad, y no siempre consistía en dormir más, muchas veces todo lo contrario. Había quien la regañaba por ello o se enfadaba por ser tan egoísta. Ella contestaba todas las veces con la misma frase: tan solo se regalaba a sí misma un par de horas a la semana, ya el resto de días se deshacía con los demás. Le daba igual lo que opinaran de ella, empezaba a sentirse orgullosa de sus decisiones sin arrepentirse de sus errores, sabiendo que precisamente gracias a ellos estaba aprendiendo y lo seguiría haciendo.
Hay un instante en que el corazón se acelera y el estómago se llena de mariposas. Es amor... pero no como piensas. Escribir, leer,... vivir la cultura y no ser capaz de abandonarla. Me encantan las matemáticas pero amo el arte. Me gusta el cine pero amo el teatro. Sueño despierta porque la realidad en ocasiones me aburre. Me llamo Sara y quiero sentir.
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