domingo, 29 de noviembre de 2020

El bosque

El bosque no era el mismo o ella se había equivocado de bosque, poco probable teniendo en cuenta que paseaba diariamente desde hacía siete años. Lo que no tenía ningún sentido era que no encontrase su cabaña. En la última semana Minerva no había logrado dar con ella. El lunes y el martes podía entenderse su despiste por el cabreo que se había pillado en el trabajo. El miércoles no había dormido bien. Para el jueves no había encontrado ninguna excusa y el viernes tenía tal rebote por no localizarla que ni aún teniéndola delante de sus narices lo hubiera visto.

El sábado caminaba sin rumbo fijo con la certeza de que los árboles que la rodeaban se aparecían mucho a los que estaban junto a su cabaña, y sabía de lo que hablaba. Amiga renegada de las tecnologías, comprobaba a cada segundo los dictados de su GPS. Recorrió el bosque entero sin lograr ningún resultado. No había sido un sueño. Su cabaña tenía que estar allí.

El domingo hacía frío pero siguió buscando. Los pájaros cantaban revoloteando en torno a ella. Era divertido. El viento sacudía las hojas que caían como la nieve en invierno. El rumor del agua fluyendo por algún arroyo cercano parecía ser la voz que guiaba sus pasos a ninguna parte.

Se detuvo agotada cayendo al suelo. Miró hacia el cielo. No, allí encima tampoco estaba su cabaña. Observó las nubes pintando el cielo y las copas de los robles mecerse con suavidad. Sus pies estaban helados. El sol acariciaba su rostro.

Le gustaba pasar las tardes en su cabaña. A veces no hacía nada más allá de contemplar el entorno, como estaba haciendo en ese mismo instante. Podía seguir buscándola durante días, pero el bosque ya no era el mismo.

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