domingo, 6 de diciembre de 2020

Eliminado

Encontré su diario mucho tiempo después de que se hubiera marchado. No fue intencionado, limpiaba el polvo y se cayó. Lo devolví a la estantería y continué a lo mío. Por la noche ya ni me acordaba del cuaderno.

Fue tres días después, coincidiendo con el aniversario. No me di cuenta hasta la hora de comer y porque en el telediario repitieron un par de veces la fecha. Quiero decir, no es que la haya olvidado... es diferente.

En la portada había pintado una muñeca con vestido de fiesta montada en un coche deportivo. Sus iniciales se repetían abajo formando la carretera y arriba como globos de colorines. No me atreví a abrirlo. No aún. La persiana estaba levantada y la gente tomaba el sol en la calle.

Me fui a hacer la compra, estuve en yoga e incluso me dio tiempo a preparar unas croquetas con la carne del cocido del domingo. Cenamos, llamé al niño y vimos el debate en la tele, como cualquier otro día, vamos, pero ahí que seguía pensando en el diario.

Lo leí una vez cuando llevaba un par de páginas. Me lo dio ella. Ni tenía interés ni había insistido en ello, simplemente estábamos en el salón, ella escribía y la pregunté que qué hacía. Ella quiso que lo leyera. La verdad es que no le veía mucho sentido a eso de contarle tu vida a un trozo de papel que va a acabar en la basura, pero oye, mira, que si la niña estaba entretenida y le gustaba, qué le iba a decir yo, desde luego que no hacía nada malo.

Ya me había acostado, pero casi las tres de la mañana y seguía vueltas en la cama. Me levanté a buscar un yogur. A veces funcionaba. Y pasé delante de su habitación. Fui en automático, casi sin saber lo que buscaban mis manos. De pronto estaba yo a oscuras en medio de la habitación abriendo su diario.

Me senté junto a la ventana, con la espalda pegada en la pared, y comencé a pasar páginas bajo la luz de las farolas de la calle. Me reí mucho... tenía una forma irónica de contar el día a día que me hizo mucha gracia. Me recordé regañándola, prepararando juntas la mochila para piscina, abriendo su regalo del Día de la Madre, persiguiéndola por toda la casa porque ya me había vuelto a quitar el pintalabios, castigándola por haber vuelto a llegar tarde, cocinando juntas esa tarta de chocolate que la volvía loca,... y de pronto no hubo nada. No, es que literalmente había arrancado las hojas. Dos páginas en blanco y un hueco en medio. Del 23 de octubre al 15 de enero.

A veces estaba dos... cuatro días... o incluso una semana sin escribir... pero estabamos hablando de casi tres meses cuyo testimonio, además, había sido eliminado.

Hice memoria. No recordé nada relevante. El bautizo del primo, el cumpleaños del vecino, Navidad,... Y eso fue algún año antes de que se fuera.

Seguí leyendo. No había ninguna referencia. Seguía escribiendo de la misma forma que antes. Incluso en las épocas de exámenes había un par de páginas a la semana. Su sentido del humor estaba intacto, pero ¿cómo obviar esas páginas?

Eran las cuatro y media de la mañana cuando revisaba cada milimetro de su cuarto en busca de aquellas páginas... en busca de ella y de la razón de que me hubiera abandonado y no qusiera saber nada más de mí.

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