Es un temblor constante. Puede parecer latente. No lo está.
Violento. A veces como el mar en medio de una tormenta. Arañazos que te obligan a mirar al frente y el alma partida en mil pedazos. Una fuerza que sacude tu cuerpo con cada suspiro. Una mirada emponzoñada que es la espina de la que no te puedes deshacer.
Es un escalofrío diario. Puede ser ilógico. Es vida.
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