Título cutre y falto de naturalidad, pero es el que tiene que ser, es el poso de aquellos días.
Nuestra estancia en Studland llegaba a su fin aún con la
incertidumbre de cuál sería nuestro alojamiento a largo plazo. Allí no podíamos
seguir y nos mudamos a un hostal en Bournemouth. Nuestra ropa viajó en pequeñas
bolsas de basura. De un lado para otro, como paquetes sin rumbo ni origen. Dan
igual todas las metáforas que emplee, esa sensación… podría haber sido algo
malo pero no lo fue.
Nuestra coordinadora nos consiguió unos nuevos hogares en
cuestión de una hora. Ya nunca más volveríamos a compartir piso todos juntos. Y
todo esto suena muy dramático tal cual lo he escrito y supongo que habrá quien
piense en los beneficios que tiene la no convivencia, pero también se pierden
muchas otras experiencias. Me da igual si no lo entiendes porque yo misma ya siento
que no puede transcribirlo. A veces dudo de querer continuar con este juego de
la memoria y a la vez no hago más que confirmar mi necesidad de completarlo ya
de una vez.
Nos despedimos de Flavia. La acompañé al autobús. Hay algo
en las estaciones que tampoco se puede transmitir pero probablemente ya sabes a
lo que me refiero.
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