lunes, 15 de marzo de 2021

Todos los espacios de nuestra memoria

Título cutre y falto de naturalidad, pero es el que tiene que ser, es el poso de aquellos días.

Nuestra estancia en Studland llegaba a su fin aún con la incertidumbre de cuál sería nuestro alojamiento a largo plazo. Allí no podíamos seguir y nos mudamos a un hostal en Bournemouth. Nuestra ropa viajó en pequeñas bolsas de basura. De un lado para otro, como paquetes sin rumbo ni origen. Dan igual todas las metáforas que emplee, esa sensación… podría haber sido algo malo pero no lo fue.

Compartí habitación con Lenka y Flavia. Daba largos paseos por la playa y básicamente seguíamos esperando. Pero era otra espera. Recibimos las maletas y fue medianamente complicado moverse por la habitación con tantas cosas. Nos llegaban noticias de una posible casa a la que mudarnos definitivamente: grande, acogedora, con jardín,… y el día previo a por fin establecernos, volvimos a caer al vacío. El propietario de la casa debía tener unos permisos que tardarían en llegar (y que adelantándome a los acontecimientos, jamás lo harían).

Nuestra coordinadora nos consiguió unos nuevos hogares en cuestión de una hora. Ya nunca más volveríamos a compartir piso todos juntos. Y todo esto suena muy dramático tal cual lo he escrito y supongo que habrá quien piense en los beneficios que tiene la no convivencia, pero también se pierden muchas otras experiencias. Me da igual si no lo entiendes porque yo misma ya siento que no puede transcribirlo. A veces dudo de querer continuar con este juego de la memoria y a la vez no hago más que confirmar mi necesidad de completarlo ya de una vez.

Nos despedimos de Flavia. La acompañé al autobús. Hay algo en las estaciones que tampoco se puede transmitir pero probablemente ya sabes a lo que me refiero.

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