sábado, 10 de abril de 2021

Vértigo

A veces bastaba con volver a aquella niña que le tenía miedo al agua y quería ser sirena. Se acercaba lentamente a la orilla y apretaba los ojos muy fuerte. Esperaba pacientemente el mordisco del mar. Pasados varios minutos sin haber sentido nada, abría el ojo derecho y comprobaba que el agua aún estaba a varios metros de su cuerpecito.

Entonces daba un paso minúsculo y volvía a apretar los ojos. Los dedos de sus pies escarbaban en la arena impacientes. Como seguía sin llegar el lametón, abría el ojo derecho y comprobaba que el agua aún estaba a varios metros de su cuerpecito. Daba otro paso minúsculo y repetía la operación un máximo de tres veces.

Cansada de no recibir nada más que la amenaza sonora del océano, respiraba profundamente en el sitio antes de dar un grito de guerra y correr salvaje hacia las olas. Pasaba tanto tiempo en remojo que al salir pensaba que se había transformado en su abuela a juzgar por sus manos arrugadas.

Aún a veces jugaba a ser aquella niña que le tenía miedo al agua y lograba bucear como una sirena. Aunque viviera a cientos de kilómetros del agua salada.

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