jueves, 30 de noviembre de 2023

Él. Nosotros. Su interlocutor. Y el autobús medio vacío - 4/4

Regresa a la parte 3.


Y entonces cuando está amaneciendo. En ese paisaje tan idílico en que a un lado de la carretera queda la montaña y al otro va saliendo el sol por la línea en que se juntan el océano y el cielo. Cuando se lo han contado todo y les siguen faltando horas para hablar. En los últimos minutos antes de que el autobús se desvíe a la ciudad y se detenga en una estación al aire libre. Entonces la magia se desvanece.

Nosotros leemos eso y pensamos 'oh, no, joder, maldito autor-autora-autor/a-autor@, después de todo este viaje emocional, no le puedes matar. ¿Un accidente? ¿En serio? ¿No se te podía haber ocurrido alguna otra cosa más original?'

Pero no. No hay sangre ni cuerpo que velar. Tampoco lo secuestran los extraterrestres. Solo silencio.

Se quedan callados. Permanecen sin abrir sus labios. Inmóviles. En la noche que va siendo un nuevo día. Solo silencio. Ni una palabra. Se les ha acabado todo. De pronto. No hay nada.

Nos preguntamos '¿cómo es eso posible?, ¿cómo? ¿así de la nada?'.

Ya no hay un ellos. Se han dado cuenta, a la vez, sin ninguna referencia en particular, como parte de un... entender... la vida... Se han dado cuenta de que podían seguir imaginando ese perfecto viaje para el resto de sus días, pero que ninguno de los dos quiere renunciar a su presente. Ni conformarse con ser solo amigos. O amantes. No les vale. Se han dado cuenta y les da pena. Y no quisieran tener que elegir. Pero saben que se les ha acabado el billete. Su billete.

Nosotros pensamos 'pues vaya mierda, para esto mejor el accidente, el drama'.

Se despiden cordialmente y les llega el peso a los ojos. El cansancio de haber estado toda la noche en vela y pensar que tienen que estar ahora ya todo el día despiertos. El agotamiento de toda una vida juntos que no vivirán. Del exceso de azúcar.

El peso. La fuerza de atracción de La Tierra sobre los cuerpos. El intercambio de frases con una clara intención pero sin un destino fijo. La nada. El vacío.

Él recoge la mochila de deporte que iba a sus pies y se la cuelga en el hombro derecho. El maletín del ordenador lo toma por el asa con la mano izquierda. Desciende del autobús. Siente el frío y el olor a salitre. No le han ido a buscar. Tampoco lo esperaba.

Nosotros le vemos desde la dársena alejarse. Queremos pensar que está taciturno. Por eso del viaje emocional. Pero no lo sabemos porque no estamos en su cabeza. Solo le vemos de espaldas. Alejarse. Mientras nosotros, quizá taciturnos, quizá convencidos de nuestro próximo viaje, de volver al mar, cerramos el libro y salimos a la calle.

lunes, 27 de noviembre de 2023

Él. Nosotros. Su interlocutor. Y el autobús medio vacío - 3/4

Regresa a la parte 2.


No responde. Está en linea y lo ha leído.

A nosotros, que somos modernos (o nos lo creemos. O nos gusta jugar a que los somos) nos parece una espera ridícula. Absurda. Innecesario. Porque ya hemos visto que se van a pasar la noche pelando la hebra acaramelados.

Pero a él solo le importa que no llega ningún mensaje de vuelta. No ha formulado ninguna pregunta pero espera una respuesta. Que no llega. Mientras su interlocutor sigue en línea. Mientras las farolas se difuminan rápidamente por su rostro.

Entonces su llamada. Él descuelga al instante. Un silencio suave. Cálido. Si es que acaso la ausencia sonora tuviera temperatura.

Un 'hola' susurrado. Su interlocutor también sonríe. No le vemos la cara. Y el cuerpo. Está a varios cientos de kilómetros. No le vemos físicamente. Pero en sus labios se dibuja también una curva en forma de U que simboliza su estado emocional.

Y hablan. Hablan durante horas. Durante toda la noche. Hablan de su día, de su fin de semana, de sus planes para el próximo verano, e incluso de las siguientes navidades pese a que acaba de empezar febrero. Se cuentan a ratos. Se escuchan. Se preguntan y se cuestionan. Se lo dicen todo en voz baja. Pero ahora sí, todo el autobús les presta atención. A los dos.

Nosotros no. No podemos. Nos quedamos sordos. Nos quedamos con la curiosidad y las ganas de cotilleo. Porque somos conscientes de que este fue el inicio del relato. Y queremos saber de su historia personal, ponerles nombre, quizá apellido, un pasado con aventuras y desamores. Pero queda todo como parte de su intimidad.

Y sin embargo, no sería difícil pensar que están imaginando cada detalle de su primera escapada juntos, que lo están planificando sin tomar ninguna nota, y que aún así lo llevaron a cabo con éxito prácticamente en su totalidad.

Entonces cuando está amaneciendo.


Continúa en la parte 4.

domingo, 19 de noviembre de 2023

Él. Nosotros. Su interlocutor. Y el autobús medio vacío - 2/4

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Él se dirige al asiento de ventanilla de la quinta fila.

Nosotros nos quedamos al otro lado del pasillo.

Coloca una mochila de deporte medio vacía a sus pies y un maletín de ordenador en el asiento contiguo. No lleva abrigo. Viste con un jersey de lana beis que remanga y suelta cada cierto tiempo. Más bien como acto reflejo de su nerviosismo que por una cuestión de temperatura. Probablemente ni sea consciente de ello. No, no lo es. El pantalón vaquero le queda holgado pero no usa cinturón. Sus deportivas: desgastadas. Pero cuidadas: se anuda y desata los cordones para cada ocasión, en lugar de dejarlos siempre apretados. Joven. Veintiocho años bien disfrutados. No, no tiene granos. Tampoco gafas.

Nosotros también nos acomodamos en nuestro asiento pero no importa cómo vamos vestidos. Ni si nuestra vista está atrofiada.

Él observa a través de la ventana cómo el autobús abandona la dársena y sale a la ciudad. Callejea por el centro y termina saliendo a una autovía. Echa un vistazo rápido al móvil. Sin un interés real. Es un acto reflejo como parte de una necesidad constante de comunicación. O incomunicación. Apenas un segundo de luz en la pantalla. Un parpadeo. Lo suficiente para ver una notificación. 

Una notificación entre varias que observamos nosotros.

Pero solo una que despierta su atención. Desbloquea el teléfono y abre el chat. Sonríe. Es esa clase de esbozo que deja muy claro cuál es el dibujo completo.

Le vemos meditar la respuesta. No vemos lo que escribe. Solo que sus dedos teclean rápido en la pantalla táctil. Le vemos mirar la pantalla. El interior del autobús en penumbra y el rectángulo blanco entre sus manos.

Continúa en la parte 3.

martes, 14 de noviembre de 2023

Él. Nosotros. Su interlocutor. Y el autobús medio vacío - 1/4

La fría noche en el exterior y el radiador encendido en el interior. El autobús va casi vacío. Apenas una luz tenue que invita a cerrar los ojos y dejar que el largo viaje hasta la costa sur del país, sea parte de los sueños y el descanso placentero. De dormitar mientras eres transportado.

Mienetras ellos están ligando. Creemos que a nadie le importa dentro del autobús pero a nosotros sí. Más que a nadie. Más que a ellos incluso. Su voz, sus labios, su mirada, su risa,... cada milímetro de su cuerpo evidencia la descarga emocional que se registra en su corazón. No es ese tipo de lío que surge por la mera diversión, es... algo más... serio. Profundo. ¿Empalagoso?

No nos vamos a quedar con esa imagen. No de momento. Nosotros somos modernos. O nos los creemos. Y nos gusta jugar. Con el tiempo. Con la imaginación. Con el ser humano. Con la palabra juego. Así que en lugar de endulzar con más adjetivos ese fragmento amoroso, optamos por retroceder unas horas.

◀◀◀

Él ha llegado a la estación central de autobuses de su ciudad.

Él que podías ser tú. O tu vecino. O tu hijo. O tu padre. O tu mejor amigo. O la persona con la que te cruzas todos los días al bajar a tirar la basura. Pero es él.

Ha caminado desde su trabajo fumándose con calma un pitillo. Ha cruzado el río por encima de un puente de piedra. Uno de esos puentes históricos. Ha tomado la calle principal por unos cinco minutos y luego ha girado a la derecha. Ha comprado un sandwich de atún y tomate en un dispensador automático del hall. Lo ha devorado. Ha descendido por las escaleras mecánicas. Apenas ha tenido que esperar ninguna cola. Ha buscado el billete digital en su correo electrónico y se lo ha enseñado al conductor.

Nosotros le acompañamos. A veces sobre su hombro, a veces sobre su espalda. Todavía no le vemos la cara. Aunque nos gustaría averiguar si tiene granos. Es esa clase de detalles por las que 'él' se convierte en tu padre o tu mejor amigo. De momento sigue siendo sólo, y enteramente, él.


Continúa en parte 2.