No responde. Está en linea y lo ha leído.
A nosotros, que somos modernos (o nos lo creemos. O nos gusta jugar a que los somos) nos parece una espera ridícula. Absurda. Innecesario. Porque ya hemos visto que se van a pasar la noche pelando la hebra acaramelados.
Pero a él solo le importa que no llega ningún mensaje de vuelta. No ha formulado ninguna pregunta pero espera una respuesta. Que no llega. Mientras su interlocutor sigue en línea. Mientras las farolas se difuminan rápidamente por su rostro.
Un 'hola' susurrado. Su interlocutor también sonríe. No le vemos la cara. Y el cuerpo. Está a varios cientos de kilómetros. No le vemos físicamente. Pero en sus labios se dibuja también una curva en forma de U que simboliza su estado emocional.
Y hablan. Hablan durante horas. Durante toda la noche. Hablan de su día, de su fin de semana, de sus planes para el próximo verano, e incluso de las siguientes navidades pese a que acaba de empezar febrero. Se cuentan a ratos. Se escuchan. Se preguntan y se cuestionan. Se lo dicen todo en voz baja. Pero ahora sí, todo el autobús les presta atención. A los dos.
Nosotros no. No podemos. Nos quedamos sordos. Nos quedamos con la curiosidad y las ganas de cotilleo. Porque somos conscientes de que este fue el inicio del relato. Y queremos saber de su historia personal, ponerles nombre, quizá apellido, un pasado con aventuras y desamores. Pero queda todo como parte de su intimidad.
Y sin embargo, no sería difícil pensar que están imaginando cada detalle de su primera escapada juntos, que lo están planificando sin tomar ninguna nota, y que aún así lo llevaron a cabo con éxito prácticamente en su totalidad.
Entonces cuando está amaneciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario