domingo, 23 de febrero de 2025

La puerta abierta - Un golpe en la cabeza (3a)

No puede evitar reirse histriónicamente ante lo que se encuentra delante de sus ojos. En aquella estancia oscura y húmeda hay cientos de luciérnagas brillando intensamente y un pequeño ser alado sentado de espaldas. Debe estar aún dormida o haberse dado un buen golpe según ha entrado en casa, pero desde luego que algo no anda bien por su cabeza.

El escándalo de sus carcajadas asusta a las luciérnagas que se arremolinan al fondo del trastero y dejan de emitir luz. El ser alado, en cambio, se pone de pie y se gira hacia ella con determinación. Tiene la estatura de un niño de poco más de un año aunque sus facciones son más bien las de un anciano; se mantiene erguido, y Roció puede observar cómo las arrugas pueblan su rostro y su expresión es seria.

Con la mano izquierda se pellizca primero el antebrazo derecho y luego la mejilla. Claramente está despierta. Dejar de reir de golpe, empieza a no gustarle la situación. Rocío siente cómo su corazón comienza a acelerarse y su respiración se va agitando.

El… ¿hado? no aparta la mirada de ella pero ha empezado a agitar suavemente sus alas mientras que ha extendido el pie derecho hacia atrás retirando aún más de la vista de la joven una pequeña bolsa de tela. A Rocío no le queda claro si su mirada es solo de curiosidad o hay algo más. Pero no tiene intención de quedarse a averiguarlo.

La muchacha se gira bruscamente y cierra de un portazo de un trastero. Atraviesa corriendo la habitación y continúa por el pasillo. No tiene ningún plan pero correr ya le parece la mejor de las ideas.

Para cuando alcanza el picaporte de la puerta de su piso, se encuentra con el hombre alado rodeado de luciérnagas junto a ella.


Próximamente continúa con "El mundo de las pesadillas"

Próximamente continúa con "El mundo de los sueños"

miércoles, 19 de febrero de 2025

La puerta abierta - Responsabilidad del arrendatario (3B)

Regresa a Algo está pasando

¿Como no iba tener frío si hay un agujero de varios centímetros en el techo? Se siente un poco decepcionada. Tanto misterio para algo así de simple. Guarda el teléfono en el bolsillo del pantalón. Si bien es cierto que Rocío viene sintiendo que este invierno está haciendo más frío en la casa, no se imaginaba que ese fuera el origen. Se siene un poco estúpida. No, muy estúpida.

A modo provisional, pone un par de cartones de leche con un poco de cinta aislante, cutre pero temporal, y deja varias bolsas de plástico en el suelo. Cierra la puerta del trastero y regresa al salón. Llama a su casero. Nunca antes le ha llamado, llegó al piso a través de una plataforma online y sólo se vieron diez minutos cuando lo visitó la primera vez y otros tantos para firmar el contrato de alquiler. Después no ha tenido ningún tipo de problema, paga en los tiempos establecidos y ya.

El hombre contesta borde: debería saber que eso es problema del arrendatario, o lo que es lo mismo, suyo, que así está en el contrato y que no le moleste con chiquilladas. Rocío argumenta que es una cuestión estructural y que podría haber estado ya así cuando ella se mudó o que quizá en alguna de las veces que habían estado los albañiles cambiando tejas, hubieran “olvidado” aquel estropicio. Lo cierto es que por más que lo intenta, no logra convencerle.

Disgustada, enfurecida y cansada, se mete en la ducha y se promete llamar a un especialista (sea quien sea porque lo cierto es que tampoco tiene claro a quien llamar) en cuanto se ponga el pijama. Pero media adormecida tras el agua caliente, considera que es demasiado tarde para llamarle y que, a fin de cuentas, a saber cuánto tiempo lleva con ello así, por un día más no pasará nada.

Al día siguiente sale un par de horas más tarde del trabajo y comienza un periplo de dos semanas de continuas horas extras que la llevarán a dimitir en el momento más inoportuno. Inoportuno para la empresa, el momento perfecto para ella. Se acordará del agujero prácticamente todos los días, sobre todo los lluviosos, pero seguirá posponiendo la llamada entre pitos y flautas.

Se olvidará por completo del agujero tres meses después.

Solo al año siguiente, cuando encuentre el que será el trabajo de su vida y se mude al otro lado del planeta, volverá a entrar en el trastero; le dará bastante asco la humedad, pero retirará con unos guantes los plásticos y los cartones mugrosos y medio deshechos. El agujero será más grande y visible. No teniendo un depósito de alquiler (por otro tipo de irregularidades varias sobre las que Rocío no quiso investigar por interés propio) y pillando al casero disfrutando de las vacaciones en Las Maldivas, Rocío le dejará aquel regalito y las llaves dentro del buzón tal.

sábado, 15 de febrero de 2025

Texto, texto y texto

La semana pasada estuve viendo "Los gigantes de la montaña", una pieza de AlmaViva Teatro partiendo de la obra homónima de Luigi Pirandello. A excepción de la escenografía, ni lo entendí, ni lo disfruté.

En primer lugar, mientras está pasando público, con cierta "sutileza" los actores se pasean tomando o recolocando el atrezzo. La idea puede ser interesante si está bien ejecutada, pero cuando ves al actor tomando un paraguas observándolo y devolviéndolo al mismo lugar, llega el siguiente y hace poco más pero cumpliendo con su "presencia" de actor, no tiene ningún sentido.

Cabe señalar como segundo "detalle" no convencional, que la obra no sucede en un único escenario, sino que el público comienza en un espacio y se traslada después: primeramente en el hall del Teatro Fernán Gómez y después en la Sala Jardiel Poncela, para regresa al hall en los últimos diez minutos. Como concepto es interesante y desde luego que la transición del primer al segundo espacio muy natural, quizá no tanto en el tercero, probablemente también fruto de su excesiva duración de ciento veinte minutos.

En cuanto al texto, recuerda en ciertos aspectos a "Seis personajes en busca de autor" del mismo dramaturgo, y de la misma manera que me pasó con esto, aprecio buenas ideas pero no una buena dramaturgia; se me hace densa en su metanarrativa y, en la versión escénica concretamente, con un diálogo constante que aturrulla los oídos. Quiero decir, a veces es interesante cómo juega con la polifonía de los distintos personajes, pero ante todo, no hay silencios, no hay apenas pausas, y eso, al menos bajo mi punto de vista, cansa.

A nivel interpretativo descubrí un par de caras nuevas, que no jóvenes, y eso siempre es reseñable. Apreció, en todos ellos, eso sí, el trabajo con el cuerpo y la dificultad añadida en el hall del teatro, de estar iluminando a los compañeros con una linterna. Entiéndase que habían instalado focos, pero igualmente se recurría a las linternas a modo de puntuales. De nuevo, creo que una idea interesante pero no considero personalmente que tan bien ejecutada, sobre todo por la cantidad de veces que la luz enfocaba al público. 

La iluminación en ese primer espacio me defraudó notablemente, cuando pasaron a la sala convencional sí había un diseño potente, pero como para no lograrlo con tantísimos focos.

El punto a favor estuvo para mí en la escenografía, pocas veces me habrá sucedido esto pero fue lo que más me atrajo de la propuesta. En el primer espacio había una serie de espejos de superficie algo difusa rodeando una columna, y por delante unas prácticas cajas de las que sacar vestuario y utilería varia; sencillo y poético. En el segundo, nos encontramos con todo un frente de ropa blanca colgada en sus perchas y apenas tres sillas. De nuevo, sencillo pero poético.

En definitiva, lo sentí como un batiburrillo de elementos interesantes por separado que al juntarse caen en picado.

martes, 11 de febrero de 2025

La puerta abierta - Algo está pasando - 2

Regresa a Algo no está bien

Enciende la luz de la habitación. Desde luego que no escucha nada en particular que la deba hacer alarmarse, pero esa puerta lleva al menos cinco años cerrada y ya no lo está. Toma su móvil y marca el número de la policia. Todavía no llama. ¿Debería? Avanza despacio. La habitación sigue como la dejó antes de marcharse a trabajar.

Recuerda haberse levantado esa mañana. Haber tenido la ventana abierta por diez minutos mientras se preparaba el desayuno y haber hecho la cama. Recuerda haberse vestido y cogido una mochililla colgada precisamente de uno de los enganches de la puerta del trastero. Pero es absurdo que eso la hubiera abierto. No es la primera vez lo cuelga y lo descuelga. ¡Y no tiene ningún sentido! Además, que se hubiera dado cuenta en el momento. ¡Y que no!, que antes de salir de la habitación siempre hecha un último vistazo para asegurarse que no se olvida nada, ¡y la puerta no estaba abierta!

Rocío suspira lentamente y avanza hasta situarse a esos centímetros. Le da la sensación de que hay algo de luz en el interior. No sabe cómo pero está prácticamente convencida.

Y se escucha algo. Es una especie de… ¿susurro? No es capaz de identificar ninguna palabra… ¿Un silbido? ¿La madera crujiendo? Es débil en cuanto a volúmen pero grave. Siente frío. A lo mejor es solo fruto del miedo y la temperatura realmente no es más baja de lo normal, pero no puede asegurarlo.

¿Debería gritar? ¿Debería salir corriendo, ponerse a salvo y, solo entonces, llamar a la policía? ¿Debería dejarse de tanta tontería y abrir la puerta? ¿Qué es lo peor que puede pasarla?

Rocío sostiene con la mano izquierda su móvil y con la derecha toma el pomo. La puerta chirría al tirar de ella. Rocío se asoma al interior del trastero.


Próximamente continúa con Un golpe en la cabeza

Continúa con Responsabilidad del arrendatario

Próximamente continúa con De carne y hueso

Continúa con La eterna duda

Próximamente continúa con El ex

viernes, 7 de febrero de 2025

La puerta abierta - Algo no está bien - 1

Rocío lleva cinco años viviendo en el piso. Justo cinco. Cinco años con sus siete trabajos de mierda, dos normalitos y uno prometedor pero de escaso rédito económico, un novio formal y un par de ligues de una noche. Es su pequeño palacio de cristal y su selva impenetrable. Porque le encanta la calma que se respira aunque lo cierto es que hay semanas en que apenas la pisa más que para dormir.

Cómodo, espacioso y céntrico. Simplemente perfecto. A veces un poco solitario. Le gustaría colgar de una vez los cuadros que le regalaron sus padres cuando se mudó por primera vez, y las pinturas que ha ido creando y que sin duda la representan… pero no tanto. Le gustaría comprar algún mueble más para que no esté todo amontado, pero ya si eso otro día.

Ha llegado a casa hace quince minutos. Ha soltado el abrigo sobre el sofá, se ha preparado un té y se ha sentado en una silla de la cocina. Está cansada. Ha sido su primer día como responsable de marketing y redes sociales de un mercadillo navideño que abrirán próximamente. Todavía no tiene claro si encajará en la categoría de trabajo de mierda o en la de normalito; el sueldo está bien y los compañeros parecen majetes, pero el primer día no cuenta, lo tiene comprobadísimo. En cualquier caso, serán solo unas semanas.

Piensa que debería abrir el ordenador para actualizar su cv y buscar nuevas ofertas. Pero se siente adormilada y hay algo que… o sea, desde que ha entrado en la casa, no sabe concretar qué es, pero hay algo que no le encaja. Huele… ¿como siempre? A lo mejor no se ha dado cuenta y tiene alguna mandarina estropeada. No, no es el olor.

Sorbe un poco de té y se pone en pie. Comprueba el frutero. Que no, no es eso. Hace más frio de lo habitual. ¿Lo hace?. Se pasea entre la cocina y el salón. Va al baño. Comprueba que el pestillo de la puerta de la calle está cerrado. Se descalza, deja las botas en mitad del pasillo y se pone las zapatillas de estar por casa. No está a gusto. Por un momento piensa que su cabeza se ha sumido inconsciente en un giro emocional y debe mudarse de nuevo, lo típico de haberte acostumbrado a la rutina y necesitar un cambio. Un gran cambio. Pero no, tampoco es eso.

Regresa a la cocina y bebe un poco más. Gira la cabeza hacia el dormitorio. No puede evitar la sorpresa: la puerta del trastero está ligeramente abierta. Ella jamás la ha abierto. Jamás. No ha tenido necesidad. Parece difícil que en cinco años no se le haya ocurrido meter allí algo de ropa o algún trasto en desuso, pero le pareció un espacio tétrico cuando visitó el piso por primera vez y no ha querido meter nada. Y ahora está abierta y no por su acción.

Continúa con "Algo está pasando"

lunes, 3 de febrero de 2025

Madurar y esas cositas de abandonar la adolescencia

El libro del mes de Enero fue "Jódete y crece" de Juan Pablo Cuevas. Amor, sexo y amistad se entrelazan en el Madrid actual siguiendo la historia de Javier, un joven que se dedica con cierto éxito al teatro, de su mejor amiga Emma y de Andrés, un actor de la última obra del dramaturgo; y por encima de todo ello, y como bien alude el título, habla de enfrentarse al futuro con muchas expectativas y de todos los miedos que surgen alrededor. 

Reconozco que no es mi género favorito de lectura pero que he disfrutado con ello. En primer lugar por su estilo de fácil lectura; interesante ahí cómo juega con la propia estética y la narrativa al encontrarnos de vez en cuando palabras tachadas como en un repensado de qué es lo más conveniente que diga tal o cual personaje.

Tiene también varios giros argumentales que sorprenden aunque quizá se enreda demasiado en la trama amorosa, más que nada resultando algo predictiva, no en vano debe considerarse que el libro está publicado en 2020 pero procede de un espectáculo teatral; y aunque pueda parecer poco tiempo, el desarrollo de ciertos tropos narrativos en los últimos años ha sido muy amplio.

Más allá de la trama puramente narrativa, como mencionaba antes puede verse la novela como un ensayo sobre la generación millenial y todos los caminos que se suponía que se abrían para ellos y que luego no han sido tantos, sino más bien todo lo contrario. El autor reflexiona a través de los personajes y lanza un mensaje esperanzador, bajo mi punto de vista, en sus últimas páginas.

Editado con Planeta de Libros, también se puede encontrar en versión Ebook.