miércoles, 19 de febrero de 2025

La puerta abierta - Responsabilidad del arrendatario (3B)

Regresa a Algo está pasando

¿Como no iba tener frío si hay un agujero de varios centímetros en el techo? Se siente un poco decepcionada. Tanto misterio para algo así de simple. Guarda el teléfono en el bolsillo del pantalón. Si bien es cierto que Rocío viene sintiendo que este invierno está haciendo más frío en la casa, no se imaginaba que ese fuera el origen. Se siene un poco estúpida. No, muy estúpida.

A modo provisional, pone un par de cartones de leche con un poco de cinta aislante, cutre pero temporal, y deja varias bolsas de plástico en el suelo. Cierra la puerta del trastero y regresa al salón. Llama a su casero. Nunca antes le ha llamado, llegó al piso a través de una plataforma online y sólo se vieron diez minutos cuando lo visitó la primera vez y otros tantos para firmar el contrato de alquiler. Después no ha tenido ningún tipo de problema, paga en los tiempos establecidos y ya.

El hombre contesta borde: debería saber que eso es problema del arrendatario, o lo que es lo mismo, suyo, que así está en el contrato y que no le moleste con chiquilladas. Rocío argumenta que es una cuestión estructural y que podría haber estado ya así cuando ella se mudó o que quizá en alguna de las veces que habían estado los albañiles cambiando tejas, hubieran “olvidado” aquel estropicio. Lo cierto es que por más que lo intenta, no logra convencerle.

Disgustada, enfurecida y cansada, se mete en la ducha y se promete llamar a un especialista (sea quien sea porque lo cierto es que tampoco tiene claro a quien llamar) en cuanto se ponga el pijama. Pero media adormecida tras el agua caliente, considera que es demasiado tarde para llamarle y que, a fin de cuentas, a saber cuánto tiempo lleva con ello así, por un día más no pasará nada.

Al día siguiente sale un par de horas más tarde del trabajo y comienza un periplo de dos semanas de continuas horas extras que la llevarán a dimitir en el momento más inoportuno. Inoportuno para la empresa, el momento perfecto para ella. Se acordará del agujero prácticamente todos los días, sobre todo los lluviosos, pero seguirá posponiendo la llamada entre pitos y flautas.

Se olvidará por completo del agujero tres meses después.

Solo al año siguiente, cuando encuentre el que será el trabajo de su vida y se mude al otro lado del planeta, volverá a entrar en el trastero; le dará bastante asco la humedad, pero retirará con unos guantes los plásticos y los cartones mugrosos y medio deshechos. El agujero será más grande y visible. No teniendo un depósito de alquiler (por otro tipo de irregularidades varias sobre las que Rocío no quiso investigar por interés propio) y pillando al casero disfrutando de las vacaciones en Las Maldivas, Rocío le dejará aquel regalito y las llaves dentro del buzón tal.

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