Vengo sintiendo
las motas de polvo trepando por los tejados,
aporreando en las ventanas
y alcanzando la parte más densa del tuétano.
Vengo sintiendo
la tierra deshacerse bajo mis pies
dejando la piel desnuda
y las uñas afiladas.
Ahora estoy viendo
las rocas desprenderse desde lo alto del acantilado,
chocarse contra el fango
y convertirse en diamantes relucientes.
Puedo escuchar
el cielo cayéndose a pedazos
retando a las tinieblas
y atravesando mis palabras.
Vengo sintiendo
las horas congregarse ante mis dudas,
darse un par de puñetazos
y volverse inertes sobre el reloj de arena.
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