viernes, 2 de mayo de 2025

Un asidero en el muro de ladrillos

Desde mi ventana puedo ver la cuerda de un tenderete. Es solo una como única fuerza de la estructura. No tiene tensión y es mecida y sacudida por el viento. Con la colada se convierte en un cuerpo inerte; sin ella, es la rama de un árbol que está por caerse.

Desde mi ventana siento el estómago rugir y mis manos temblar. Es solo una llama que se apaga y una bombilla que se enciende. No tiene sentido y aún así La Tierra sigue girando, como puedo seguir caminando pero no soy capaz de alcanzar el rellano de mi portal.

Desde mi ventana escucho el murmullo de los pájaros y los gritos atronadores de los andamios. La cama está aún sin hacer y la pila está colapsada de platos y sartenes. Pero hay una flor en el jarrón del salón que bien podría ser un denso jardín.

Desde mi ventana soy capaz de acariciar el atardecer y olvidar la distancia con el mar. Puedo bailar e incluso respirar, pero mis manos ya no se sienten y la corriente del rio fluye sin un resquicio al que agarrarse.

Desde mi ventana veo cables, antenas y las unidades exteriores de los aires acondicionados, se aprecian los canalones atascados y algunas tejas rotas, y más allá, el cielo azul. El cielo y su libertad.

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