A las tres y un minuto, por fin la adolescente consigue acceder al listado de sus puntuaciones. Contiene la respiración mientras se desliza entre los distintos números. Suelta todo el aire de sus pulmones y comenta las cifras en voz alta. Le cabrea profundamente haber obtenido un 6,25 en Historia; estaba convencida de que examen estaba por lo menos para un ocho. En Lengua y Literatura, así como en Inglés, consigue un 9’5 pero no lo celebra. La media le sale a un 11’379. Por mucho que suban las notas de corte, no debería tener problema para acceder a la carrera que quiere en la universidad más cercana a su localidad.
El padre y la madre no la prestan la más mínima atención pese a las llamadas de atención de ésta. A la chica, en el fondo, no le sorprende. Pero le duele. Abre el grupo del chat familiar y manda una captura de pantalla con todos los resultados y añade como comentario que debería darle la nota más que de sobra. Ambos progenitores reaccionan por el grupo: él con varios emoticonos aplaudiendo, ella con un par de gifs festivos. Sus rostros apenas muestran el mínimo cambio de expresión e incluso cierran enseguida el chat y regresan a sus respectivos intereses en la pantalla. No están de acuerdo en que quiera estudiar Bellas Artes en lugar de Arquitectura como ellos.
El teléfono de la hija comienza a sonar. Es su amiga Laura. Hablan por videollamada. Comentan frenéticamente sus respectivos resultados. A ella también le dará la nota de corte para acceder a la carrera con la que lleva años soñando, pero igualmente no está contenta con la puntuación de su examen de Historia.
Cuando cuelga, permanece inmóvil unos segundos. Es consciente de la varidad de idiomas que se escuchan entre los clientes del chiringuito. Y entonces se le ocurre algo, una idea con la que ya había fantaseado en alguna ocasión pero que no se había planteado en serio. El corazón le palpita, ahora ya no de nerviosismo, si no de emoción. Teclea en internet: acceso a la universidad en el extranjero. Hace una búsqueda amplia, por no limitarse opciones, ya tendrá tiempo de ir afinando su búsqueda.
El sorteo de los partidos de waterpolo concluye y el padre apaga el móvil refunfuñando. Llama la atención de un camarero para que les traiga la cuenta. Observa a su mujer y a su hija literalmente que un total de tres segundos para después quejarse de que no sean capaces de soltar el teléfono ni dos minutos y disfrutar de la familia ahora que están de vacaciones. La madre tardará unos segundos en conseguir completar el pedido del barco de su granja virtual y le dará la razón matizándola, no entiende porqué su hija no suelta el teléfono ni para comer, precide que luego se molestará de que la batería le dure tan poco.
La adolescente les ignora y continúa con su investigación. Será admitida en una universidad del norte de Alemania, con el dinero de su último cumpleaños se comprará un vuelo para dos semanas antes del inicio de las clases y conseguirá trabajo de media jornada en una cafetería local gracias a un programa de la universidad que le permitirá acceder también a una beca y facilidades con el alojamiento en una residencia de estudiantes.
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