jueves, 6 de diciembre de 2018

La memoria de la noche

Regresa la melodía enajenada
habitante de tu inconsciencia.
Asaltará tu último aliento
y fracasará su humillación.
Detén a la piedad.

Tejerán las sombras
navíos muertos
que se arrastran a la ciénaga,
que te empujan a la frontera
donde el faro
ni acaricia las tinieblas.

Cientos de luces
y ni una estrella
para fascinar
la perpetua noche.

Esa vieja canción
te sumerge en el olvido
de un rumor constante
que carece de sentido.

Saber cuándo se acaban los cuentos
es ya solo tu intuición impedida.

Cientos de luces
y ni una estrella
para esconder
la difusa noche.

Paseantes con rumbo fijo,
caminantes decididos al abismo.

La venganza de una honestidad
confundida por la impaciencia.
El error de una espera
degradada por la inocencia.

Cientos de luces
y ni una estrella
para dormir
la desolada noche.

En la orilla descansa
la llama de unas cenizas
que has de guardar
en el límite
de una claridad abstracta.

Recuerda solo
cuando busques la raíz
derramada en el encuentro
del vértigo establecido
en el recóndito
paraíso herido.

Cientos de luces
y ni una estrella
para susurrar
la negada noche.

Amenaza a la locura,
que no te pueda abandonar.
Descubre la mentira
que sostiene la cordura.

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