lunes, 29 de julio de 2019

Lámpara de noche

Iba a ser solo un rato. Marian encendió la lamparita de noche y cogió el libro del escritorio. Apenas le quedaban treinta páginas y estaba tan emocionante que, pese a haberselo prohibido a sí misma porque luego le costaba más conciliar el sueño, necesitaba arriesgarse.

Caminó hasta la puerta y apagó el interruptor principal. Sintió una ligera corriente entre sus piernas. Por fin parecían estar bajando las temperaturas.

Saltó sobre la cama en el preciso instante en que una sombre se deslizó por el suelo preparando su ataque. Marian tomó el libro entre sus manos dispuesta a devorar las últimas páginas.

La lámpara parpadeo débilmente; sucedía desde hacía un año, pero había descubierto que si doblaba estratégicamente el cable dejándolo en equilibrio sobre la propia superficie de la lámpara, aquel titileo desaparecía. Sí, se estaba volviendo un poco vaga. La muchacha se giró malhumorada y se afanó en detener aquel temblor. Tenía sueño y aún así se enredaba en sus entrañas la inquietud por leer ya mismo el final.

La luz pareció estabilizarse de nuevo. Ella se acomodó en el colchón cuando, por un breve instante, sintió una presión en su muñeca izquierda. Se incorporó y observó el brazo: una silueta rojiza con forma de mano decoraba su piel. Lo tocó con cuidado; no dolía y la temperatura no parecía haber variado.

Con extremada lentitud se acercó al borde de la cama y echó un vistazo alrededor como si buscara el tiburón que va a atacar el barco. Por supuesto que no se atrevió a mirar debajo; a cambió pegó un par de botes sobre la cama que, sobre todo en la parte central, se hundía hasta casi tocar el suelo.

Comprobó de nuevo su muñeca: ya no quedaba marca. Aún con cierta desconfianza, retomó su lectura.

No habían pasado ni diez minutos cuando la lámpara de las narices titilaba de nuevo. Cerró el libro de golpe pero su mirada quedó detenida en el espejo: junto a su propio reflejo una figura oscura la observaba sonriente. Marian tragó saliva y contuvo la respiración. Después de varios parpadeos, el espejismo se difuminó y su respiración se volvió agitada. ¿A dónde había ido? Durante un largo rato fue incapaz de moverse. La luz volvió a quedar estable.

Estiró las piernas con intención de levantarse. En cambio, no podía más que imaginarse cómo una mano huesuda atrapaba su tobillo y tiraba de ella hacia el suelo. Tragó saliva en un intento por calmarse. Ahora también temblaba y empezaba a sentir el frío abotargando cada uno de sus músculos.

Marian logró posar el pie izquierdo en la alfombra. Aguardó un instante con el silencio tronando en sus oídos. Plantó el pie derecho y corrió hacia la puerta para dar la luz principal. Apenas eran un par de metros. No le dio tiempo a llegar. La oscuridad se apoderó de la estancia y Marian tropezó. La sangre comenzó a descender lentamente sobre su frente. Cada vez le costaba más respirar y los párpados le pesaban tanto que apenas podía abrir los ojos.

En medio de la confusión, unos susurros metalizados llenaron la estancia. Después, una suave caricia sobre su cuello. Jamás terminaría de leer aquel libro.

17-07-2019

jueves, 25 de julio de 2019

Diario

Su barba crecía descontrolada haciéndole aparentar más años de los que tenía. Las ojeras y las camisas con lamparones no añadían nada positivo a su aspecto. No era que antes fuese muy presumido, pero le gustaba atusarse la perilla cada mañana y cuidar su vestuario.

Pasó delante del espejo de su cuarto desatendiendo a su reflejo. Cogió el cuaderno que había dejado sobre el escritorio dos meses atrás. Acumulaba polvo pero ni un solo día había olvidado su presencia. Daba igual lo cansado de la jornada. Daba igual que no encendiera la luz para arrastrarse hasta su cama. Daba igual que hubiese sido un gran día. Su pensamiento se desviaba siempre hasta aquel rincón. Él lo había estado ingorando a sabiendas de que eso era peor. El aburrimiento le estaba consumiendo y supuso que activar su rencor era la mejor forma de pasar la tarde.
 
Se acomodó en el sofá y comenzó a pasar las páginas a la vez que afloraba el ansia por arrancarlas. Leía algunos párrafos y observaba las fotografías sin llegar a reconocerse. Había sido muy bonito, muy mágico, maravilloso, fascinante... y podía seguir añadiendo toda clase de adjetivos que revocasen momentos super emocianantes y super falsos. Al final todo había sido una mentira que él se había encargado de ampliar con sus propias ensoñaciones. Se detuvo conteniendo su rabia en la última página.

Desde luego que la mejor de las opciones era deshacerse del cuaderno y acabar con aquella estupidez. Respiró hondo y optó por pasar a la siguiente página en blanco y comenzar a escribir. Más tarde le buscaría un rincón especial en su cuarto en el que refugiarlo de sus arrebatos.

Quizá no volvería a escribirlo. Quizá no volvería a leerlo. Quizá incluso llegara a olvidarlo. Había conseguido que dejara de ser un capítulo anquilosado en su memoria.


   A VECES SE PIERDE, A VECES SE GANA, PERO SIEMPRE SE APRENDE

lunes, 22 de julio de 2019

Planes

Extendió el calendario en el escritorio y empezó a redondear los días con diferentes colores. Apenas iba a pasar allí un mes y, con la excusa de llevar demasiado tiempo fuera de casa, se había empeñado en buscar tareas para cada tarde.

Después de media hora consagrada a los rotuladores, y móvil en la mano para cuadrar horarios con sus amigos, dio por concluida la tarea con una terrible sensación de incomodidad: quedaban tres días en blanco. No la disgustaban los planes improvisados pero no era el momento. Tampoco estaba dispuesta a dejar pasar todo el mes sin hablarlo. Era una cuestión de tiempo. Lo estaba postergando, ya está.

Miró a través de la ventana. Los primeros rayos del atardecer coloreaban de tonos naranjas y violetas el cielo. Una suave brisa removía las hojas de los manzanos y en el jardín sus primos se perseguían en bañador. Se mordió el labio. Más allá estaba ella, con su sonrisa y perenne quietud.

Cogió el móvil y revisó la lista de contactos... le quedaban pocas opciones y tampoco era plan de juntarse con quien no quería con tal de rellenar el calendario. Quizá podría organizar un segundo encuentro con los del instituto... o comentarle a sus tíos cuánto echaba de menos ir a bañarse al pantano.

Un gorrión se posó en el marco de la ventana. Se observaron un instante y comenzó a piar. Sonrió y antes de que se diera cuenta una lágrima descendía lentamente por su mejilla izquierda. Recordó cuando, con ella, cerraba los ojos y trataba de identificar el tipo de ave y su localización precisa. Eso sí lo echaba de menos.

No podía seguir postergándolo. Arrancó la página del calendario y la tiró a la basura. Cancelaría algunos reencuentros, había uno al que debía darle prioridad.

miércoles, 17 de julio de 2019

Pulseras y otra clase de estupideces

Era su primer día de colegio pero Noah ya sabía perfectamente en lo que consistía ser nuevo en las primeras jornadas de la escuela. Llevaba cinco años cambiando de ciudad e incluso a veces de país. De cada uno de ellos conservaba una pulsera; eran sus amuletos de la suerte. Se las colocó en la muñeca derecha y salió de la casa hacia el colegio.

Noah sabía que al año siguiente volvería a cambiar de lugar de estudio, pero aún así siempre se esforzaba por hacer amigos y disfrutar de los compañeros más allá de que muy posiblemente no volviera a verlos.

A la hora del recreo se acercó a un grupo de compañeros de clase. Enseguida se fijaron en sus pulseras.

-Sabes que esos colores no pegan con el uniforme, ¿no? - comentó una chica de ojos verdes.

-¡Oh, que horror! No puede ser, quítatelas... ¿Te obliga tu madre? - se extrañó otra.

-No... las llevo porque me gustan. Yo creo que el azul combina bien con el uniforme.

-No es eso, es que no puedes llevarlas juntas, no tiene ningún sentido. Es como decir que te gusta la ensalada y el pollo. O una cosa o la otra - razonó el chico.

-Es por tu bien, llevándolas todas nadie se va a acercar a ti - mencionó la de los ojos verdes.

-Vosotros también tenéis pulseras - observó Noah: eran tres de cuero y anudadas en el brazo izquierdo.

-Sí, pero son las de aquí y no se contradicen entre sí.

-Pues a mi me gustan las que llevo y no me las voy a quitar porque me traen buenos recuerdos.

-Tú sabrás.

Y los tres se alejaron tras una mirada de desprecio. Noah tardó varios segundos en reaccionar pero no se esforzó en perseguirles. En la siguiente clase se dio cuenta de que la mayoría de sus compañeros llevaban esas mismas tres pulseras de cuero, al igual que copiaban peinado mochila y dejadez. Todos cortados por un mismo patrón: frío, monótono, muerto.

En una esquina estaba Ariel: mostraba orgulloso sus pulseras y exhibía una mirada cargada de vida. Enseguida congeniaron y se propusieron luchar juntos contra la tiranía de los clones, defendiendo un mundo lleno de aristas.

jueves, 11 de julio de 2019

Paradas

Desde que cogiera aquel tren hacía cinco meses no había vuelto a pisar tierra firme. La sonrisa de Zoe lo iluminaba todo. Había viajado por medio mundo y se sentía plenamente feliz, pero el tiempo voló sin que fuera consciente y cuando el tren se detuvo en aquella estación no pudo sino sentirse abrumada.

Zoe miró a través de la ventana y comprobó en su billete que se encontraba en su destino. Se planteó por un instante ignorar aquella parada pero a lo lejos visualizó un nuevo convoy para el que ya había reservado el tique.

Contempló a sus compañeros de vagón y rio a carcajadas contagiándoles su entusiasmo. Recogió su maleta. Pesaba bastante más de lo que recordaba. Les informó de su partida pero no se despidieron. Volvería. Zoe solo podía pensar que volvería.

Se acarició el pelo pensando si debía arreglarlo para su nuevo destino. Rechazó la posibilidad y comprobó cómo seguía la rutina en el que había sido su hogar los últimos tiempos.

Tragó saliva. Aún debía validar el billete del nuevo tren, ni siquiera tenía la certeza de que pudiera subirse porque había veces que no llegaba a parar, por eso era solo una reserva, nadie sabía las intenciones de los conductores.

Y entonces dudó. Y dudó con la única certeza de que estaba siendo feliz. Giró sobre si misma observando la estación. Debía tomar una decisión.

Zoe se lanzó sin miedo.

domingo, 7 de julio de 2019

Un tiempo presente

Páginas en blanco
delatan las ausencias,
miradas al vacío
sucumben a la nostalgia.
Y después...

Después todo:
de nuevo.
Regresan los recuerdos.
Regresan.
Existen.
Todo lleno.
Todo lleno y vivo.
Pasado.
También presente.
Presente y futuro.
Todo lleno.

Aparecerán las grietas,
temblará la tierra,
caerá la noche
después de cada día...
y siempre quedará luz.

Calma.
Complicidad.
Confianza.
Todo lleno.
Silencio.
Calma.
Todo lleno.

Caricias de fango
romperán las cadenas.
Habrá cerrojos,
puertas de hierro
y algo de sangre
que aderece las velas.
Llegará la luna llena,
llegarán los sueños
y alcanzar la cima.
Llaves sumergidas
en tierra y agua.
Equipo.
Todo lleno.
Todo vivo.
Todo.

Manos que atrapan
sonrisas de tardes lluviosas;
páginas en blanco
que no necesitan palabras.
Miradas...
Miradas llenas.