lunes, 22 de julio de 2019

Planes

Extendió el calendario en el escritorio y empezó a redondear los días con diferentes colores. Apenas iba a pasar allí un mes y, con la excusa de llevar demasiado tiempo fuera de casa, se había empeñado en buscar tareas para cada tarde.

Después de media hora consagrada a los rotuladores, y móvil en la mano para cuadrar horarios con sus amigos, dio por concluida la tarea con una terrible sensación de incomodidad: quedaban tres días en blanco. No la disgustaban los planes improvisados pero no era el momento. Tampoco estaba dispuesta a dejar pasar todo el mes sin hablarlo. Era una cuestión de tiempo. Lo estaba postergando, ya está.

Miró a través de la ventana. Los primeros rayos del atardecer coloreaban de tonos naranjas y violetas el cielo. Una suave brisa removía las hojas de los manzanos y en el jardín sus primos se perseguían en bañador. Se mordió el labio. Más allá estaba ella, con su sonrisa y perenne quietud.

Cogió el móvil y revisó la lista de contactos... le quedaban pocas opciones y tampoco era plan de juntarse con quien no quería con tal de rellenar el calendario. Quizá podría organizar un segundo encuentro con los del instituto... o comentarle a sus tíos cuánto echaba de menos ir a bañarse al pantano.

Un gorrión se posó en el marco de la ventana. Se observaron un instante y comenzó a piar. Sonrió y antes de que se diera cuenta una lágrima descendía lentamente por su mejilla izquierda. Recordó cuando, con ella, cerraba los ojos y trataba de identificar el tipo de ave y su localización precisa. Eso sí lo echaba de menos.

No podía seguir postergándolo. Arrancó la página del calendario y la tiró a la basura. Cancelaría algunos reencuentros, había uno al que debía darle prioridad.

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