Su barba crecía descontrolada haciéndole aparentar más años de los que tenía. Las ojeras y las camisas con lamparones no añadían nada positivo a su aspecto. No era que antes fuese muy presumido, pero le gustaba atusarse la perilla cada mañana y cuidar su vestuario.
Pasó delante del espejo de su cuarto desatendiendo a su reflejo. Cogió el cuaderno que había dejado sobre el escritorio dos meses atrás. Acumulaba polvo pero ni un solo día había olvidado su presencia. Daba igual lo cansado de la jornada. Daba igual que no encendiera la luz para arrastrarse hasta su cama. Daba igual que hubiese sido un gran día. Su pensamiento se desviaba siempre hasta aquel rincón. Él lo había estado ingorando a sabiendas de que eso era peor. El aburrimiento le estaba consumiendo y supuso que activar su rencor era la mejor forma de pasar la tarde.
Se acomodó en el sofá y comenzó a pasar las páginas a la vez que afloraba el ansia por arrancarlas. Leía algunos párrafos y observaba las fotografías sin llegar a reconocerse. Había sido muy bonito, muy mágico, maravilloso, fascinante... y podía seguir añadiendo toda clase de adjetivos que revocasen momentos super emocianantes y super falsos. Al final todo había sido una mentira que él se había encargado de ampliar con sus propias ensoñaciones. Se detuvo conteniendo su rabia en la última página.

Quizá no volvería a escribirlo. Quizá no volvería a leerlo. Quizá incluso llegara a olvidarlo. Había conseguido que dejara de ser un capítulo anquilosado en su memoria.
A VECES SE PIERDE, A VECES SE GANA, PERO SIEMPRE SE APRENDE
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