jueves, 31 de octubre de 2019

Lugares de ensueño

Era uno de esos lugares que por idílicos parecen de mentira. No le hubiera extrañado ver a una princesa medieval de larga cabellera galopando sobre la yegua más hermosa del reino y con una sonrisa imborrable, la misma que se había dibujado en su rostro al sentir el silencio por más de diez segundos seguidos.

Los colores del otoño embriagaban sus ojos mientras que una suave brisa refrescaba su rostro. Caminó junto al lago imaginando a las más diversas criaturas mágicas saliéndole al paso. Lo que no imaginaba es que una de ellas realmente vivía allí... y estaba siguiendo cada uno de sus pasos.

lunes, 28 de octubre de 2019

Las tres criaturas negras

El viento sacudía los árboles con tanta furia que pocas eran las hojas que resistían el envite. En los telediarios hablaban de la llegada de un huracán pero ella se plantó en mitad de la playa un día más. Después de tres años seguía confiando en que cualquier mañana vería su vela volviendo a ondear en el horizonte.

Tres cuervos negros se posaron a escasos metros de ella que, inmóvil, desafiaba al resfriado que terminaría por recibir de seguir permitiendo que la lluvia calara sus huesos. La trenza que con tanto cariño había peinada un par de horas antes, era ahora ya una maraña de cabellos que parecían no haber estado nunca en sintonía.

Tardó varios minutos en percibir cómo las lágrimas cubrían su rostro. Era la primera vez que sucedía desde que aquella mañana en el puerto les viera marchar convencidos de su éxito. Dos de los cuervos alzaron el vuelo y comenzaron a atacarse sin previo aviso. La tercera criatura negra se elevó en el aire y se alejó hacia un océano que traía nubes aún más oscuras.

Ella volvió la mriada a la ciudad. No la recordaba tan majestuosa aún cuando la lluvia difuminaba el horizonte. Dejó el mar a su espalda y caminó sin rumbo. A lo lejos aún podía escuchar el graznido de los cuervos, envueltos en su propia contienda y sin apreciar su ausencia.

Hacía mucho que no se perdía en aquella mole de asfalto. Tiempo atrás había tenido que patearse cada rincón de la urbe a causa de su trabajo, y ahora encontraba monumentos que jamás hubiera pensado pertenecían al mismo lugar en que vivía.

Se detuvo junto a un jardín, uno de los pocos que aún no había destrozado el huracán. Se sentó en un banco y secó su rostro. Poco después, un cuervo se posó en el césped y el viento comenzó a amainar lentamente.

sábado, 26 de octubre de 2019

Al fantasma del engaño

Te mentí
por un pasado descompuesto
por un futuro
que ya no nos pertenece
ni queremos acariciar.

Te mentí
por la distancia que matamos
por el susurro que olvidamos
y no queremos mencionar.

Te mentí
para avanzar,
para decirte que ya soy libre
y que siempre lo seré.

Descubrí la verdad
durmiendo a la intemperie,
navegando entre recuerdos
y haciéndome regresar.

Descubrí la verdad
sonriéndole a los miedos,
enloqueciendo con mis sueños
y pintando un nuevo mundo.

Descubrí la verdad
cuando vencí mis ganas de ti
cuando me pude vivir
y construí una esperanza.

lunes, 21 de octubre de 2019

De frente

Su carcajada retumbó en la estancia como el eco perverso de las antagonistas de Disney. La ciudad había quedado completamente a oscuras y su cabello enmarañado se precipitaba sin vida a la hoguera. Había dictado sentencia. No hacía nada malo, tan solo dejaba que las promesas perdidas que cubrían su cuerpo se perdieran bajo la luz de la prisión.

Un puñado de hojas secas decoraban la estancia sin ninguna razón. Tomó una soga y se dedicó a acabar con la locura de la perfección. Después, arrancó la responsabilidad de sus garras y la lanzó al vacío. La velocidad de aquellos recuerdos se perdió en el instante en que el baile se apoderó de ella. Nunca más le tendió la mano al engaño.

martes, 15 de octubre de 2019

Promesas de invierno

Sabía que estábamos viviendo en la misma ciudad y que frecuentábamos las mismas calles, así que era cuestión de tiempo que nos reencontráramos. Me creía preparada. Ya nos teníamos prometido un café y una larga charla cuando me hubiera establecido por completo. Creí posible un nuevo comienzo... hasta aquella tarde en que nos cruzamos.

El cielo amenazaba con una tormenta que no terminaba por descargar. Caminaba por la calle en que nos vimos por última vez. Apareciste detrás de un autobús. Nuestras miradas se cruzaron un instante. Suficiente tiempo para que regresaran los recuerdos. Nos supimos allí con la misma intensidad que en el pasado y nos colapsamos. Yo inicié una conversación vacía con mis compañeros de trabajo aún cuando el silencio era nuestra única mediación. Tú fingiste una llamada formulada por la voracidad de la rebelión aún cuando siempre obviabas los dictados de la modernidad.

Seguimos intercambiando mensajes durante un tiempo deseando una nueva casualidad en la que no fuéramos tan cobardes. Sin embargo, ya habíamos sellado el destino de nuestra relación.

domingo, 13 de octubre de 2019

La longevidad del recuerdo

Aunque fuera la más evidente de las mentiras, Lucía no se daría cuenta. No es que no lo pensara, que no le concediera importancia a la distancia, a fin de cuentas era algo temporal. Era más fácil pintar de colorines el cielo que descubrir el barro sobre el que se sustentaba.

Subió las escaleras al ritmo del crujido de la madera bajo su peso. Su vestido de seda ondeaba difuminando su redondez de embarazada. Se acercó a la ventana del pasillo y la cerró. El viento no seguiría caminando sobre sus recuerdos. Enmarcada en la oscuridad de una tarde lluviosa, la belleza de su rostro plateado contrataba con el abismo de sus ojos, pozos que hubieran disfrutado el verde salvaje del exterior.

Tanteó con sus manos el sillón anaranjado que recordaba estridente bajo la cuidada decoración que había elegido su madre. Curvó ligeramente los labios al recordar su expresión cuando él colocó aquel pedacito de su extravagancia. Ahora había perdido ya su color y el paso de los años lo estaban convirtiendo en una antigualla sin rastro de su esplendor, como el dorado del cabello de la muchacha que iba pereciendo bajo las canas.

Lucía se sentó con cuidado y comenzó a acariciar su pronunciada tripa. Su piel también recibía el silencio atronador de aquella casa que se iba derrumbando sin que ella fuera consciente.

martes, 8 de octubre de 2019

Alimentar al océano

Una bocanada de aire hubiera sido suficiente para llegar a la orilla. Una última exhalación que escupiera la sal de la tierra. Lo llamarían mala suerte, tentar a la providencia divina. Nadie mencionaría la ausencia y todos cenarían con la mentira. Cuando no quedasen silencios por matar, la lluvia transferiría su puesto al abandono.

Una bocanada de aire hubiera sido suficiente para despertar en el invierno. Una última exhalación que denotara la existencia del futuro. En cambio, le cedieron la palabra a la guadaña para no postergar lo inevitable, para no matar el tiempo con causas ajenas, para obviar a quienes sueñan con la niebla porque la noche sigue sin estrellas.

El océano seguiría engullendo sus cuerpos a la espera de las consecuencias de su empacho.

sábado, 5 de octubre de 2019

La última canción

En algún punto la playa se convertía en acera y la acera en carretera, pero el viento no estaba de acuerdo con las proporciones. Miguel arrastraba los pies sobre la arena haciendo un esfuerzo titánico para que su propio cuerpo se mantuviera en tierra. Despacio, pero avanzaba.

Sus ojos no vislumbraron cuerpo alguno sobre la playa. Él sabía que estaba allí y que aquella era la última oportunidad para despedirse. Una vez que se transformara no tendrían la posibilidad de reencontrarse. Y era su momento de volver al mar, de volver a su casa.

No quería pensar que llegaba tarde, ni tampoco que su amistad no había sido lo suficientemente intensa como para no merecer un final mejor.

Vencido por el cansancio, sus piernas dejaron de responder y el viento terminó por empujarlo hacia el suelo. Cerró los ojos y se dejó mecer por una melodía lejana que parecía compuesta solo para él.