martes, 8 de octubre de 2019

Alimentar al océano

Una bocanada de aire hubiera sido suficiente para llegar a la orilla. Una última exhalación que escupiera la sal de la tierra. Lo llamarían mala suerte, tentar a la providencia divina. Nadie mencionaría la ausencia y todos cenarían con la mentira. Cuando no quedasen silencios por matar, la lluvia transferiría su puesto al abandono.

Una bocanada de aire hubiera sido suficiente para despertar en el invierno. Una última exhalación que denotara la existencia del futuro. En cambio, le cedieron la palabra a la guadaña para no postergar lo inevitable, para no matar el tiempo con causas ajenas, para obviar a quienes sueñan con la niebla porque la noche sigue sin estrellas.

El océano seguiría engullendo sus cuerpos a la espera de las consecuencias de su empacho.

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