sábado, 30 de noviembre de 2019

Hija del siglo XXI

Habían sido las cinco horas más largas de su vida. ¿Cómo podía ser tan difícil empaquetar todo lo necesario para un viaje? Que si el peso, que si las dimensiones, que si acuérdate del pasaporte, otro par de calcetines porque te los vas a calar, eso "imprescindible" de último momento, cuidado con los líquidos, vas a romper la cremallera como sigas haciendo fuerza, olvídate de los calcetines mejor... decir que había terminado exhausta era poco, pero ale, ya todo había pasado y la aventura estaba a punto de comenzar.

Era la primera vez que volaba y además iba sola. No por ello estaba nerviosa, había visto muchas películas sobre aeropuertos y tenía el tema controlado, siempre y cuando no apareciera un asesino en serie, un mutante de otro planeta o se te perdiera un hijo, opción más imprevisible desde luego, y respecto a las otras dos tampoco tenía de qué preocuparse porque se había protegido con su amuleto de la suerte: la primera cana que le había arrancado su hermana y detrás de la cual no habían aparecido otras tantas.

El taxi, aunque caro, la había dejado con tiempo más que suficiente en la terminal. La recogida de la tarjeta de embarque fue bastante rápida pese a que todos sus amigos la habían advertido de las largas colas que se formaban. "Esto está chupado", pensó mientras se dirigía al control de seguridad. Colocó en una bandeja la bolsa de los líquidos, añadió el cinturón y las botas antes de empujarla a la cinta transportadora seguida de su maleta y la mochila.

Esperó pacientemente hasta que una mujer de sonrisa automática la diera paso al arco de seguridad. Aquello empezó a pitar como si no hubiera un mañana. La mujer pareció despertar de su letargo motivada por entrar en acción. Miró a la muchacha de arriba a abajo cabilando el perfil de la sospechosa.

-¿Lleva algún componente electrónico?

Ella tragó saliva afirmando con la cabeza y llevándose la mano izquierda al bolsillo. Sacó el móvil curvando ligeramente sus labios. La mujer resopló, le señaló el reloj electrónico que tampoco se había quitado y retomó su cara apática.

La chica depositó ambos objetos en otra bandeja y volvió a pasar por el arco sin que esta vez pasara nada. Recogió el reloj y el móvil y se dispuso a buscar sus pertenencias. Un nuevo segurata la observaba con frialdad junto a su equipaje. Descalza, se acercó a él y se interesó por su equipaje.

-¿Lleva usted algún componente electrónico? - fue su respuesta.

Ella volvió a sonreir reconociendo su torpeza mientras sacaba el ordenador y la tablet.

-¿No lleva nada más?

Ya iba a negarlo cuando se acordó del libro electrónico. Lo observó con cierto temor y abrió la mochila encontrando por el camino el mp3 y la cámara de video.

-¿Eso es todo?

Sacó el GPS, el despertador y el sacador de la maleta. El segurata condujo la mochila, la maleta y las cuatra bandejas con todos sus aparatitos a través de la cinta transportadora.

-Todo en orden - aseguró con mal humor olvidándose de ella.

Media hora para su despegue. ¿Cómo iba a hacer el tetris y encontrar su puerta de embarque en tan poco tiempo? La aventura ya había comenzado.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Los nombres perdidos

Le gustaba inventar títulos. Proyectaba mil aventuras en apenas un par de palabras. Pero ahí quedaba todo. Dejaba que aquellas historias se perdieran en el mismo instante de nacer. No podía evitarlo. Eso era lo que le habían enseñado que era la vida.

Le gustaba jugar a ser un gran escritor, dibujar con su voz lo que su nula capacidad pictórica podía mostrar. Era terrible combinando los colores pese a que de ello hacía su trabajo. Lo otro era un hobby, nada serio aunque le diera la vida.

Le gustaba mimar aquellos vocablos, planificarlos estrategicamente y cuidar el mínimo detalle para que pudieran acumular polvo en un cajón. Ojo, uno en el que estuvieran cómodos. No vale cualquier rincón para conservar un buen título.

Le gustaba sorprender al mundo aunque este no le prestara atención. En cuanto a las historias... solo vivía la suya propia.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Bueno, ya vamos viendo

Había contabilizado aquella expresión hasta veintisiete veces en apenas dos años. Después decidió no seguir navegando en el pasado de aquel chat conocedora de que la cuenta seguiría creciendo hasta límites insospechados.

Aún no tenía claro por qué permanecían todos en aquel grupo. Ni siquiera cuando tenía una verdadera utilidad se habían mostrado interesados en conocer el mínimo detalle de la existencia de los otros. ¿De verdad iban ahora a quedar y relatarse el transcurso de sus vidas? No, por supuesto que no. Seguirían sacando aquel tema de conversación cada vez que el aburrimiento o el afán de socialización los invadiera, pero concluirían de nuevo con aquella respuesta que jamás se convertiría en promesa.

domingo, 17 de noviembre de 2019

Estar bien

Mañanas de sábado:
una taza de café,
dos horas de escritura.

Domingo:
pasear descalza por la playa
con gorro, guantes y bufanda.
Noches de convivencia,
cocina y peli

Recordar
a ratos
aquellos otros tiempos.

Reír
a carcajadas
estos otros días.

Ser un poco inconsciente
para evidenciar la juventud.

Ser un poco responsable
para seguir siendo yo.

Viajar
hasta borrar el más allá.

Cerrar los ojos,
acabar con la distancia.

Abrir los ojos,
tener todo el poder.

jueves, 14 de noviembre de 2019

De fondo

Entre ola y ola apenas un instante, un escaso silencio que la devolvía la energía. En aquel entorno todo era una provocación para sus oídos, receptivos incluso en la noche. Por ello, ese reducido tiempo en el que el sonido estaba ausente resultaba una bendición. Siempre se había conformado con poco, cada vez con menos, hasta llegar a aquel día en que diez minutos junto al mar devolvían la viveza a sus mejillas y el esplendor a su mirada. Entre ola y ola, el silencio era el arrullo de la vida.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Atasco


Esa historia estaba atascada. Había tantas maneras de hacerla avanzar y tan variados los resultados que no se atrevía a dar el paso. Se miraba en el espejo, a los ojos, fijamente... y dejaba el paso pasar. Estaba más allá de su dificultad para tomar decisiones. Era más importante que eso y aunque se repetía la necesidad de una resolución, el entramado de sus dudas impedía el más mínimo movimiento. Mientras, las canas y las arrugas iban adueñándose de su rostro.

Y una mañana la olvidó. En realidad, ya había decidido su futuro entre algún otoño lluvioso y las flores de la primavera. Permanecería congelado en el tiempo porque no había tinta con la que continuarla. Había otros bolígrafos, otros cuadernos, diferentes, pero que igualmente aportaban vida. Eso era lo importante.

jueves, 7 de noviembre de 2019

¿Y por qué tras el espejo?

El poder de la palabra
conectada con el mundo.
El amor,
verdad
en unos labios de cristal.

No hay reglas.
No hay límites.

Disfrutar
la otra parte de la realidad.

Se llama poesía.