Las flores siguieron durmiendo un tiempo y de pronto un día desaparecieron. Nadie se había encargado de su volatilización y poco a poco su recuerdo fue el olvido. Tampoco lo comentaron entre ellos y las paredes, que llevaban decorando durante meses con el pigmento de sus vidas, terminaron por perfilarse en un negro fúnebre.

Sin embargo, un día alguien (que tampoco se atrevieron a preguntar quién fue) compró una maceta. A la semana otro trajo una piña, alguno debió de unir los dos objetos y después colocar una primera bolita. Y luego otra y otra más. Hasta que terminaron por decorar el que sería su árbol de Navidad aún cuando la época festiva aún estaba lejos.
Para cualquiera sería un montón de basura, cutre y sin sentido, pero era su árbol, el motivo por el que el blanco volvió a ser blanco con matices, con sus días tormentosos y sus días radiantes, porque allí el viento hacía cambiar el tiempo a una velocidad que nadie podía controlar. No obstante, dentro de su casa estaban a salvo. Y las flores... seguro que seguían durmiendo.
¡¡¡Precioso!!! Mucho ánimo a seguir escribiendo.
ResponderEliminarGuau.....maravilloso perder tiempo leyendo un ratito.....
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