
Pronto el humo de la ciudad empezó a colarse por debajo de las ventanas y el blanco se convirtió lentamente en gris. Ya no había palabras dulces ni muestras de afecto. No era nada concreto pero lo era todo.
En medio del salón, una maceta que vivió tiempos mejores. Sin embargo, no había nadie que se atreviera a pronunciar la palabra "muerta". La cuidaban con mejor o peor atino con el pensamiento de que sólo estaba dormida pese a que a la vista cualquiera lo hubiera negado.
Era el cuento en el que tenían que creer para sobrevivir...
Continuará.
Bueno, parece que promete. Esperemos la segunda entrega.
ResponderEliminar¡Me ha emocionado mucho! Gracias por compartir y mucho ánimo a seguir escribiendo.
ResponderEliminarLaura
👍👍👍 esperando la segunda parte.
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