lunes, 17 de febrero de 2020

La leyenda del mar

Decían que su estrecha relación con el mar se debía a su signo del zodiaco, que la luna y el agua formaban parte de su personalidad por influencia de las estrellas. Su humor seguía el ritmo de las mareas y hasta su piel parecía tornarse en escamas.

Blanca podía pasar largas temporadas alejada del océano, pero cuando regresaba a él su cuerpo entero encontraba una armonía que ni siquiera a veces estaba perdida. Nadie lo entendía ni ella se molestaba por explicarlo.

Sin embargo, aquel verano tomó una decisión que sorprendió a todo el mundo. Blanca se iba a mudar a un pequeño pueblo de montaña a más de cuatro horas de la salida más cercana al mar. Pensaba vivir con la bicicleta como único medio de transporte y su intención era mantenerse dentro de los límites de la provincia. No quería visitas ni tenía intención de regresar a la civilización en un par de años por lo menos. Su determinación resultaba chocante porque era una persona sociable que razonaba todos y cada uno de sus movimientos, excepto en aquella ocasión que omitió todas las explicaciones.

El tiempo pasó sin que nadie tuviera noticias de ella, y de pronto un día el mundo cambió. Los científicos hablaron de cambio climático pero los amigos de Blanca sabían que ella estaba detrás del suceso. La tierra se abrió y quedó cubierta de agua salada en el mismo lugar al que ella se había mudado, una extensión que abarcaba los límites de la comarca.

Las preguntas se sucedían en torno al recuerdo de aquellos ojos que invocaban el mar. Las respuestas se perdían en aquella extensión azul.

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