Aquella clase de vida perfecta le asustaba. Sabía que aquella pareja ocultaba algo; no podía ser normal que no tuvieran ni una sola fisura, algún cadáver bajo la alfombra o algún lío de faldas, pero entre tanta pegajosa felicidad tenía que existir algún secreto.
Comenzó por investigar en su entorno de trabajo, haciéndose amigo de todos sus compañeros, indagando sobre unas vidas que parecían ser cada vez más milimetricamente ideales. Intentó insinuarse con ella, coquetear con él, pero no había forma de ponerles en apuros. Y eso no hacía sino incrementar sus sospechas de que ocultaban algo muy gordo, quizá tanto que por evidente no podía verlo.
Pasó a tratar con la familia, profundizar en su pasado e incluso preguntarles abiertamente. Se negaba a creer que aquella apariencia no fuera ninguna máscara. Su obsesión resultaba evidente y no hacía por ocultarla en un intento por sacarles de sus casillas, pero todas sus reacciones seguían pasando por la refinación y un fuerte aroma a flores silvestres.
Se encontraba ya desesperado y sin ideas. No eran hippies. ¿Por qué les daba todo igual? Ya solo valoraba la teoría de que fueran extraterrestres. Pasó toda la tarde sopesándolo y al caer la noche tomó una decisión: sí, tenía que ser eso.
Sabiendo que su perfección era fruto de un origen tan lejano, optó por dejar que siguieran paseando su perfume de flores silvestres y se centró en una nueva pareja.
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