lunes, 8 de noviembre de 2021

Autorretrato

Una gota desciende por la montaña, no se acerca al río, recela de las fuentes pero las observa en la distancia; prueba el juego de la imitación, se deja fluir en el fango y cuando se acerca al mar, se estanca, cautelosa, reteniendo cada átomo en contra de la fuerza de la gravedad... y pufff... desaparece.

Una voz descubre su timbre, banaliza su tono y escupe en silencio; se esconde en aquella ciudad del norte de estrellas sin noche, pasa a habitar la luna y cuando encuentra el sol que la ilumina, huye con una maleta de acero. Un nuevo hogar es aquella otra ciudad del sur, donde se podía cantar aunque no hubiera melodía. Es un refugio que acaba llevándose el viento, no un tornado, sino el devenir del tiempo.



Una mano muestra su piel agrietada y acaricia suave. Los dedos palpan unas alas resquebrajadas y tejen una red sobre la cabeza. El cuerpo desnudo se acuesta para soñar despierto, cubre las piernas con otoños floreados y sacude la arena de aquella playa imaginada donde la madera crepitaba junto a un puñado de malvaviscos.

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